“Saludos compañeros y compañeras. Compañeros de lucha, de sufrimiento. Víctimas igual que nosotros.
Hoy estamos aquí en conmemoración de los diez años de la masacre ocurrida en esta zona. Diez años de impunidad, diez años con sabor a inmunidad. Diez años de impotencia, diez años de agonía, pero no olvidamos, pero no perdonamos, porque esto fue una barbarie estos crímenes a campesinos trabajadores que sólo querían vivir. Porque esto es duro, cuando te desaparecen tú hijo. Es duro cuando te masacran a tú marido, es duro cuando tú hijo aparece asesinado en la calle, amarrado y torturado. Es duro cuando te masacran los papas de tus hijos, cuando trabajan aserrando y todos son masacrados a machete y bala. Es duro cuando tú, como padre, ves matar a sus hijos. Y la impunidad presente, ella nos ve, ella se ríe, ella goza, se siente feliz. Pero nosotras las víctimas tenemos la esperanza que por medio de Dios, algún día se hará justicia, aunque ella sea ciega, sorda y muda. Tenemos la esperanza de que la verdad brillara. Son diez años de impunidad, ¿cuántos faltan? Gracias”
Con estas palabras, leídas con voz entrecortada por María Victoria Plazas en el Corregimiento de Cisneros, sobre la carretera que comunica a Cali (Capital del Valle del Cauca), con el Puerto sobre el mar pacífico colombiano, se inició la Caravana por la Vida y la Memoria, para conmemorar los diez años de las masacres cometidas por las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, en la vía Alejandro Cabal Pombo-Dagua-Buenaventura.
La marcha, liderada por el Grupo de Mujeres de Triana (Vereda) - luciendo en sus cabezas turbantes blancos y negros y camisetas con fotos de sus seres queridos asesinados - y el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado, Movice, recorrió 14 sitios a los largo de la vía, colocando igual número de cruces para recordar a las víctimas y hacer un llamado para que los crímenes no sigan impunes.
Cisneros, Playa Larga, La Delfina, El Salto, Katanga, Yanaconas, La Invasión, La Machaca, Triana, Bendiciones, El Cafetal, el Puente de Zaragoza, Córdoba y el Barrio Las Palmas, en Buenaventura, fueron los sitios que recorrieron los familiares de más de 50 personas -entre hombres y mujeres- que fueron asesinados en grupos de siete por integrantes del Bloque Calima de las AUC, que lideró José Éver Veloza, alias “HH”, hoy extraditado a los Estados Unidos.
La Caravana, que partió a las nueve de la mañana y culminó a las seis de la tarde, se inició frente a un letrero que dice “Granero San Marino” y al lado de un poste de energía, ubicado en el Corregimiento de Cisneros, en donde fue colocada la primera cruz, de las catorce que se clavaron en la vía, como símbolo de memoria.
Las cruces, tapadas con telas blancas (antes de ser descubiertas), estaban acompañadas con improvisados jarrones con margaritas o dalias y con un letrero que reza: “Por la vida y la memoria de las víctimas de la vía Cabal Pombo-Dagua-Buenaventura”.
Una vez se llegaba a una cruz, los familiares de las víctimas la descubrían y con una oración y alabaos (cantos corales de alabanza o exaltación religiosa ofrendados a los santos) se iniciaba el rito que no duraba más de diez 20 minutos.
Pedro Celestino Viafará, un maestro de construcción, fue uno de los cinco hombres asesinados en un recorrido de muerte que llevaron a cabo los paramilitares el 26 de agosto de 2000. Su esposa, María Victoria Plaza, diez años después se sigue preguntando porqué lo mataron.
“Ahí esta la pregunta del millón. ¿Por qué los mataron? Así como pasó desde el principio, así estamos hoy. Desde aquí (Cisneros) hasta Buenaventura HH masacró a todo mundo. No se sabe a ciencia cierta quién le pago, pero como se fue para Estados Unidos por eso tiene sabor a impunidad”.
Victoria, al preguntarle sobre cuántas personas habría asesinado HH, invoca a Dios
“Hay Dios mío. Yo creo que si fueron cien personas, fue poquito, porque hay unos que no tenemos los datos”.
Para esta mujer, la impunidad por las masacres, sigue a flor de piel.
“No pasa nada con nuestras víctimas. Cuando son familias de pobres”, puntualizó.
Capital del Valle y ubicada al Sur de Colombia, Cali es una ciudad en donde se mezclan culturas y etnias que la hacen única en el mundo. Cuna de los mejores bailarines de salsa del mundo, las mujeres más hermosas de Colombia y el único lugar de la tierra en donde se come pandebono, chontaduro con sal y miel, cholado y champús, vive paralelamente una violencia desmedida que retrato en el Blog.
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me parece un documental muy interesante no me canso de verlo te felicito
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