Muchas han sido las mujeres que a lo largo de esta violencia que vive Colombia, han logrado recuperar el cuerpo de su ser querido asesinado o desaparecido por grupos al margen de la Ley, pero pocas son las mujeres que han vivido en carne propia y han podido contar, la barbarie con que se cometen las masacres.
Este es el caso de Carmen Rosa Aramburo García, una afrodescendiente de 68 años, que vio con sus propios ojos como tres hombres del Bloque Calima de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, mataron -hace diez años- siete hombres, entre ellos a su hijo, luego de un culto evangélico en su casa del Barrio Las Palmas, en Buenaventura.
Esta mujer, que describe dramáticamente paso a paso como acribillaron en el piso y de espaldas a los siete hombres, asegura que puede contar la trágica historia, porque no le pusieron bala.
“Sucede que a mi, el 6 de Septiembre del 2000 mataron a siete de mis familiares en mi casa de Las Palmas, donde terminábamos un culto evangélico y cuando llegaron unos señores y le dijeron a mi familia que al piso, pero ellos se pararon pensaron que era una requisa y hay cogieron y con ametralladora mataron la gente. A mi no me pusieron bala”.
Doña Carmen, una anciana que a lo largo de estos diez años no deja de contar la historia con lágrimas en sus ojos, fue maltrata físicamente por los paramilitares al tratar de evitar que fueran asesinados.
“Últimamente cuando me mataron a los seis de la familia, el que quedó parado fue mi hijo y cuando dije mijo no, me tiraron por la ventana y caí en el muro de la casa. Cuando yo me levante como pude, subí a la casa ya mi hijo estaba tirado ahí. Lo vi sacar sangre de la boca y ahí vi que la bala le entregó por el cuello”.
Carmen Rosa Aramburo García, reitera que todo se lo deja a Dios.
“Los momentos han sido muy difíciles. Ya diez años. Es algo inolvidable para la vida. Nosotros decimos que los paramilitares fueron los que me mató a mis familiares. Y me voy a la tierra diciendo eso. Todo lo dejo para Dios”.
Aún, diez años después, Carmen no sabe porque las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, asesinó a sus familiares.
“Ese momento fue muy difícil porqué yo preguntaba qué que habían hecho los muchachos y ellos me trataban como a los animales. Yo caía al piso y mi cabeza iba a la pared. Pero esa historia que yo viví en el 2000, yo quisiera que nadie más lo viviera mijo porque es muy duro ver morir. Muchas mujeres recibieron su paciente muerto o en tal parte esta tú hijo muerto anda recógelo y yo los vi morir a esos siete hombres con estos ojos y con esta lengua lo confieso”.
Carmen lamenta que no pudo salvarle la vida a ninguno de los siete hombres asesinados.
“Eran tres ametralladoras dentro de mi casa que tenían tres hombres. No conocía a nadie, porque en un susto uno no conoce a nadie y recordar esa historia es muy dolorosa. No pude salvarle la vida a nadie. Todos quedaron ahí. El primero que mataron fue Luis Albino García, el segundo se llamaba Tulio Enrique Valencia Valencia, el tercero Luis Alfonso Aramburo, el cuarto Decio García, el quinto Agustín García, el sexto Benjamín López y el séptimo Eleuterio Angulo, este que yo cargo aquí en la camiseta. Mi hijo estaba estudiando, ya para recibir mi grado y ahí quedo todo, en la nada”.
Diez años después de la masacre, no ha pasado nada, como lo asegura Doña Carmen.
“No ha pasado nada porque aquí estamos. Mire como estamos. Mira que esos tiene hombres dejaron 24 hijos huérfanos y mujeres en embarazo, y el Estado no ha dado nada. Madre pasando mucho trabajo por criar a sus hijos. Eso es una cosa triste y dolorosa. Todo el tiempo nos reunimos como familia y contamos la historia. Muchos no quieren contar su historia. El medico me dijo que después de esto yo había quedado sufriendo del corazón. Pero no se ha hecho nada. Simplemente la denuncia a la Fiscalía. Ellos vinieron hacer el levantamiento y ahí quedo todo. Allí ha quedado todo”
En la casa de Las Palmas, situada en una loma a la cual se llega por unas escaleras y en cuya puerta esta la foto de su hijo asesinado junto seis hombres más y sus ventanas están tapadas con tejas de zinc, Carmen Rosa Aramburo canta con voz entre cortada, el himno que cantaban ese 6 de Septiembre del año 2000, cuando llegaron los paramilitares y cometieron la masacre.
“De esta tierra somos. Aquí están nuestros muertos. Aquí viven y vivirá en la memoria de nuestras generaciones. Entonamos en nuestros cantos y en nuestras poesías la vida, el amor, la esperanza, pero también la denuncia y construimos la historia”.
Con este mensaje, finalizó la Caravana por la Vida y la Memoria a lo largo de la vía Alejandro Cabal Pombo-Dagua-Buenaventura, en donde fueron colocadas 14 cruces, en donde los familiares recordaron que hace diez años, las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, masacraron y desaparecieron más de 50 personas. Crímenes que aún siguen en la impunidad.
Capital del Valle y ubicada al Sur de Colombia, Cali es una ciudad en donde se mezclan culturas y etnias que la hacen única en el mundo. Cuna de los mejores bailarines de salsa del mundo, las mujeres más hermosas de Colombia y el único lugar de la tierra en donde se come pandebono, chontaduro con sal y miel, cholado y champús, vive paralelamente una violencia desmedida que retrato en el Blog.
martes, 19 de octubre de 2010
“Lo bajaron en un caballo y lo vinieron a votar allí, al pie de ese poste”
Hablar sobre los crímenes que cometieron las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, en la vía Cali - Buenaventura, no es nada fácil para muchas de los familiares de las víctimas.
Pese a ese temor, Yaneth Ibarguen, sin pensarlo dos veces, relato como su hijo, Joan Andrés Gómez, de tan solo 15 años, fue asesinado por otro menor con la ayuda de los paramilitares.
Para esta madre, el caso de su hijo brilla por la impunidad.
“Un mucho que era amigo de él le disparó en una casa vecina que queda por allá en el fondo y cuando calcularon que todo el mundo se había dormido, lo bajaron en un caballo y lo vinieron a votar allí al pie de ese poste que esta allí”.
Yaneth, como la mayoría de las madres a quién los paramilitares mataron a sus hijos en la vía Alejandro Cabal Pombo-Dagua-Buenaventura hace diez años, no sabe porqué mataron a su hijo.
“La verdad no sé porqué. Él era un muchacho buen estudiante. No se metía con nadie y no tenía problemas con nadie. Yo no me explicó porque hicieron eso con él”.
Desde esa fecha hasta ahora, es uno de los crímenes que –como siempre- brilla por la impunidad.
“Los responsables anda bien tranquilos como si no hubiera hecho nada. Solamente lo llaman a uno a unas audiencias de imposición de sanción y no pasa nada, porque no lo pillaron en flagrancia, pese a que el confesó que se le había disparado el arma accidentalmente y ni siquiera le han imputado cargos por porte ilegal de armas, ni por el hecho de haber movido el cuerpo y de haber alterado la escena del crimen. Y cuando se sabe que el crimen él no lo cometió solo, porque él tuvo ayuda de los paras. Los papas de él le colaboraron en todo. Eso es una verdad que todo el mundo la sabe, pero lo qué pasa es que la gente le da miedo hablar, pero eso fue así. Ante la justicia ellos no están implicados, solamente el muchacho, pero como es menor de edad, y hoy en día el Código del Menor es toda una alcahuetería, entonces el niño anda por ahí libre como si no hubiera hecho nada”.
El Cafetal, el Puente de Zaragoza y Córdoba, fueron otros tres de los sitios sobre la vía Cali-Buenaventura, en donde se colocaron cruces en donde las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, asesinaron hace diez años a más de diez personas.
Para el Movimiento de Víctimas de Crímenes del Estado, Movice, Capitulo Valle, se necesitaban ejecutar a esas personas para justificar el megaproyecto que es la vía al Puerto de Buenaventura, sobre el mar Pacífico.
“Como vemos esta cruz, significa memoria. No podemos olvidar a nuestros muertos y tampoco a la historia de lo que pasó por esta carretera. En el año 98 ingresaron los paramilitares al Valle del Cauca y en el 2000 empezaron a ejecutar mucha gente. Hombres, jóvenes que no tenían nada que ver. Pero solamente necesitaban ejecutar a esas personas para justificar un megaproyecto, como ustedes ven esta carretera. Aquí muchas personas quedaron tiradas en los ríos”.
Pese a ese temor, Yaneth Ibarguen, sin pensarlo dos veces, relato como su hijo, Joan Andrés Gómez, de tan solo 15 años, fue asesinado por otro menor con la ayuda de los paramilitares.
Para esta madre, el caso de su hijo brilla por la impunidad.
“Un mucho que era amigo de él le disparó en una casa vecina que queda por allá en el fondo y cuando calcularon que todo el mundo se había dormido, lo bajaron en un caballo y lo vinieron a votar allí al pie de ese poste que esta allí”.
Yaneth, como la mayoría de las madres a quién los paramilitares mataron a sus hijos en la vía Alejandro Cabal Pombo-Dagua-Buenaventura hace diez años, no sabe porqué mataron a su hijo.
“La verdad no sé porqué. Él era un muchacho buen estudiante. No se metía con nadie y no tenía problemas con nadie. Yo no me explicó porque hicieron eso con él”.
Desde esa fecha hasta ahora, es uno de los crímenes que –como siempre- brilla por la impunidad.
“Los responsables anda bien tranquilos como si no hubiera hecho nada. Solamente lo llaman a uno a unas audiencias de imposición de sanción y no pasa nada, porque no lo pillaron en flagrancia, pese a que el confesó que se le había disparado el arma accidentalmente y ni siquiera le han imputado cargos por porte ilegal de armas, ni por el hecho de haber movido el cuerpo y de haber alterado la escena del crimen. Y cuando se sabe que el crimen él no lo cometió solo, porque él tuvo ayuda de los paras. Los papas de él le colaboraron en todo. Eso es una verdad que todo el mundo la sabe, pero lo qué pasa es que la gente le da miedo hablar, pero eso fue así. Ante la justicia ellos no están implicados, solamente el muchacho, pero como es menor de edad, y hoy en día el Código del Menor es toda una alcahuetería, entonces el niño anda por ahí libre como si no hubiera hecho nada”.
El Cafetal, el Puente de Zaragoza y Córdoba, fueron otros tres de los sitios sobre la vía Cali-Buenaventura, en donde se colocaron cruces en donde las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, asesinaron hace diez años a más de diez personas.
Para el Movimiento de Víctimas de Crímenes del Estado, Movice, Capitulo Valle, se necesitaban ejecutar a esas personas para justificar el megaproyecto que es la vía al Puerto de Buenaventura, sobre el mar Pacífico.
“Como vemos esta cruz, significa memoria. No podemos olvidar a nuestros muertos y tampoco a la historia de lo que pasó por esta carretera. En el año 98 ingresaron los paramilitares al Valle del Cauca y en el 2000 empezaron a ejecutar mucha gente. Hombres, jóvenes que no tenían nada que ver. Pero solamente necesitaban ejecutar a esas personas para justificar un megaproyecto, como ustedes ven esta carretera. Aquí muchas personas quedaron tiradas en los ríos”.
“No sé porqué lo mataron, si él era un muchacho inválido de un brazo”
Dos días después de llegar al Municipio de Buenaventura para visitar a su madre, luego de llevar 15 días trabajando en la Vereda Las Bendiciones, sobre la vía que comunica a Cali con el mar Pacífico, Rubén Darío Riascos Riascos, un joven de 22 años y quién era invalido de un brazo, fue hallado asesinado en el Barrio Cabal Pombo, el primero de Septiembre del año 2002.
Su madre, vistiendo un turbante blanco y negro en la cabeza, así como una camiseta blanca con la foto de su hijo, María Amparo Riascos Riascos, se sigue preguntando -ocho años después- porqué le mataron a su hijo si era un joven decente y no era vicioso.
Para esta madre, que al colocar una cruz para recordar su muerte, refleja en su rostro aún el sufriendo por su desaparición, asegura que su hijo fue asesinado por los paramilitares.
“Yo vivía en la vereda Bendiciones. A raíz del desplazamiento me fui para Buenaventura. Y al año de haberme trasladado para el puerto, me mataron el hijo. El bajo un día a visitarme. Hacía 15 días se había venido para la vereda. Llego a la casa y salió para las Palmas a visitar a una tía, y no llegó. Al otro día por la mañana me vinieron avisar que fuera a reconocer un muerto que había en el Barrio Cabal Pombo. Y era él”.
El joven, que tenía 22 años, su madre no sabe porqué lo mataron.
“No sé porque lo mataron, si el era un muchacho inválido de un brazo. En ese barrio permanecían muchos los paras. A mi me dijeron que lo habían matado los paras”.
Para esta mujer, que sigue con su sufrimiento, la única pregunta que se sigue haciendo es ¿porqué me lo mataron a él?
“El era un mucho muy respetuoso. No era un mucho vicioso. Mejor dicho”.
Amparo sostiene que luego de diez años del asesinato de su hijo, no ha pasado nada todavía.
Durante la Caravana por la Vida y la Memoria, los familiares de los más de 50 personas masacradas y desaparecidas hace diez años, al colocar las cruces a lo largo de la vía Alejandro Cabal Pombo-Dagua-Buenaventura, son personas que se niegan olvidar a sus seres queridos y a ser olvidados.
Su madre, vistiendo un turbante blanco y negro en la cabeza, así como una camiseta blanca con la foto de su hijo, María Amparo Riascos Riascos, se sigue preguntando -ocho años después- porqué le mataron a su hijo si era un joven decente y no era vicioso.
Para esta madre, que al colocar una cruz para recordar su muerte, refleja en su rostro aún el sufriendo por su desaparición, asegura que su hijo fue asesinado por los paramilitares.
“Yo vivía en la vereda Bendiciones. A raíz del desplazamiento me fui para Buenaventura. Y al año de haberme trasladado para el puerto, me mataron el hijo. El bajo un día a visitarme. Hacía 15 días se había venido para la vereda. Llego a la casa y salió para las Palmas a visitar a una tía, y no llegó. Al otro día por la mañana me vinieron avisar que fuera a reconocer un muerto que había en el Barrio Cabal Pombo. Y era él”.
El joven, que tenía 22 años, su madre no sabe porqué lo mataron.
“No sé porque lo mataron, si el era un muchacho inválido de un brazo. En ese barrio permanecían muchos los paras. A mi me dijeron que lo habían matado los paras”.
Para esta mujer, que sigue con su sufrimiento, la única pregunta que se sigue haciendo es ¿porqué me lo mataron a él?
“El era un mucho muy respetuoso. No era un mucho vicioso. Mejor dicho”.
Amparo sostiene que luego de diez años del asesinato de su hijo, no ha pasado nada todavía.
Durante la Caravana por la Vida y la Memoria, los familiares de los más de 50 personas masacradas y desaparecidas hace diez años, al colocar las cruces a lo largo de la vía Alejandro Cabal Pombo-Dagua-Buenaventura, son personas que se niegan olvidar a sus seres queridos y a ser olvidados.
miércoles, 13 de octubre de 2010
“No sabemos las razones. El caso fue que los mataron. Fueron las AUC. Sin ninguna razón”
A las 10 de la noche del sábado 26 de Agosto del año 2000, la caseta Los Faraones, en la Vereda Triana -kilómetro 43 de la carretera entre Cali y Buenaventura- todo era diversión.
Luego de un fin de semana de mucho trabajo, los hombres y mujeres de este sector de la carretera al mar pacífico se encontraban para bailar, tomar y hablar.
De un momento a otro, esa alegría se torno en tragedia. La Caseta Los Faraones dejó de ser un sitio de rumba, para convertirse en el lugar de muerte, luego de que el Bloque Calima de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, llegaran al sitio y masacraran a tres hombres indefensos: Pedro Celestino Viafara, Orlando Ángulo y Héctor Fabio Ortíz Holguín.
Fue allí hasta donde llegó la Caravana por la Vida y la Memoria, en donde colocó otra cruz a pocos metros de la caseta -a la cual se llega cruzando un puente colgante de madera- para recordaron diez años de la masacre, así como la muerte ese mismo día en otro sector de la vía, de Raúl Riascos, Jairo Ibarguen y Alicia Aguiño.
Señalando la caseta, Nidia Ortíz, hermana de Héctor Fabio Ortíz, relata como fue la masacre, de ese Sábado que nunca olvidaran.
“Era un Sábado, el 26 de Agosto. Estábamos nosotros bailando cuando llegó esa gente. Se bajaron del carro y nos llevaron para el otro lado y allá empezó todo. Primero mataron el esposo de doña Victoria, don Pedro; después siguió Orlando, el esposo de otra compañera y de ahí mi hermano. No pues, no sabemos las razones. El caso fue que los mataron. Fueron las AUC. Ellos dejaron letreros en las casas. Sin ninguna razón”.
La hermana de Héctor Fabio Ortíz, sostiene que por más plata que le den dentro de la Ley de Justicia y Paz que actualmente juzga a los paramilitares desmovilizados, eso no recompensa nada.
“El proceso de Justicia y Paz, no, porque si le van a pagar a uno algo, eso no recompensa la vida de los seres que mataron ese día ahí. De ninguno de los que han matado. Por más plata que le den a uno, eso no recompensa nada”.
Pero las masacres, al parecer tuvieron un motivo. Una mujer habitante de este sector asegura que luego de cometer la masacre ese 26 de Agosto del año 2000 en la Vereda Triana, los paramilitares pintaron en varias casas de la vereda Triana la frase: “muerte a ratas, sapos y guerrilleros”.
“Ahí donde esta esa caseta que se llama Faraón, ahí fue la masacre. Cuentan los que estaban acá, que cuadraron la camioneta vino tinto. Allá había una casa y sacaron al señor de allá y aquí había una tienda y sacaron a los muchachos que estaban ahí. Los pasaron a todos a ese lado y cuentan los que estaban allá que había un encapuchado entero y una voz de mando que les decía que sí, que era vicio de la gente de aquí de estar quemando las mulas y de estar rompiendo el tubo. Que dejaran eso. Llegaron hasta la entrada del puente, entonces el que estaba de negro le dijo algo al oído al que tenía la voz de mando y se regresaron otra vez para el billar y ahí empezaron a masacrar a nuestros seres queridos. Primero fue Pedro Celestino Viafara, el segundo fue Orlando Ángulo y el tercero fue Héctor Fabio Ortíz. De ahí lo otros los mataron en Zaragoza y ahí completaron las siete personas, porque cada vez que hacían las masacres las hacían de siete en siete. Nosotros sabemos que fueron los paramilitares porque quedaron hay escritos las AUC en esas casas de allá y dejaron escrito muerte a ratos, sapos y guerrilleros. Cuando HH se entrego dijo que el se hacía cargo de las masacres de Cisneros hasta Buenaventura”.
Este relato, fue complementado con una frase con la cual se termino de colocar otra cruz en la vía Alejandro Cabal Pombo-Dagua-Buenaventura, en donde hace diez años el Bloque Calima de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, masacraron y desaparecieron más de 50 personas, entre adolescentes, hombres y mujeres.
“Somos semilla, somos memoria. Somos el sol que renace ante la impunidad”.
Luego de un fin de semana de mucho trabajo, los hombres y mujeres de este sector de la carretera al mar pacífico se encontraban para bailar, tomar y hablar.
De un momento a otro, esa alegría se torno en tragedia. La Caseta Los Faraones dejó de ser un sitio de rumba, para convertirse en el lugar de muerte, luego de que el Bloque Calima de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, llegaran al sitio y masacraran a tres hombres indefensos: Pedro Celestino Viafara, Orlando Ángulo y Héctor Fabio Ortíz Holguín.
Fue allí hasta donde llegó la Caravana por la Vida y la Memoria, en donde colocó otra cruz a pocos metros de la caseta -a la cual se llega cruzando un puente colgante de madera- para recordaron diez años de la masacre, así como la muerte ese mismo día en otro sector de la vía, de Raúl Riascos, Jairo Ibarguen y Alicia Aguiño.
Señalando la caseta, Nidia Ortíz, hermana de Héctor Fabio Ortíz, relata como fue la masacre, de ese Sábado que nunca olvidaran.
“Era un Sábado, el 26 de Agosto. Estábamos nosotros bailando cuando llegó esa gente. Se bajaron del carro y nos llevaron para el otro lado y allá empezó todo. Primero mataron el esposo de doña Victoria, don Pedro; después siguió Orlando, el esposo de otra compañera y de ahí mi hermano. No pues, no sabemos las razones. El caso fue que los mataron. Fueron las AUC. Ellos dejaron letreros en las casas. Sin ninguna razón”.
La hermana de Héctor Fabio Ortíz, sostiene que por más plata que le den dentro de la Ley de Justicia y Paz que actualmente juzga a los paramilitares desmovilizados, eso no recompensa nada.
“El proceso de Justicia y Paz, no, porque si le van a pagar a uno algo, eso no recompensa la vida de los seres que mataron ese día ahí. De ninguno de los que han matado. Por más plata que le den a uno, eso no recompensa nada”.
Pero las masacres, al parecer tuvieron un motivo. Una mujer habitante de este sector asegura que luego de cometer la masacre ese 26 de Agosto del año 2000 en la Vereda Triana, los paramilitares pintaron en varias casas de la vereda Triana la frase: “muerte a ratas, sapos y guerrilleros”.
“Ahí donde esta esa caseta que se llama Faraón, ahí fue la masacre. Cuentan los que estaban acá, que cuadraron la camioneta vino tinto. Allá había una casa y sacaron al señor de allá y aquí había una tienda y sacaron a los muchachos que estaban ahí. Los pasaron a todos a ese lado y cuentan los que estaban allá que había un encapuchado entero y una voz de mando que les decía que sí, que era vicio de la gente de aquí de estar quemando las mulas y de estar rompiendo el tubo. Que dejaran eso. Llegaron hasta la entrada del puente, entonces el que estaba de negro le dijo algo al oído al que tenía la voz de mando y se regresaron otra vez para el billar y ahí empezaron a masacrar a nuestros seres queridos. Primero fue Pedro Celestino Viafara, el segundo fue Orlando Ángulo y el tercero fue Héctor Fabio Ortíz. De ahí lo otros los mataron en Zaragoza y ahí completaron las siete personas, porque cada vez que hacían las masacres las hacían de siete en siete. Nosotros sabemos que fueron los paramilitares porque quedaron hay escritos las AUC en esas casas de allá y dejaron escrito muerte a ratos, sapos y guerrilleros. Cuando HH se entrego dijo que el se hacía cargo de las masacres de Cisneros hasta Buenaventura”.
Este relato, fue complementado con una frase con la cual se termino de colocar otra cruz en la vía Alejandro Cabal Pombo-Dagua-Buenaventura, en donde hace diez años el Bloque Calima de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, masacraron y desaparecieron más de 50 personas, entre adolescentes, hombres y mujeres.
“Somos semilla, somos memoria. Somos el sol que renace ante la impunidad”.
“Por lo general los paramilitares asesinaban de siete personas”
Una noche del 29 de Septiembre del año 2000, Héctor Julio Contreras, fue sacado de su casa, en la vereda La Machaca, kilómetro 40 sobre la vía Cali-Buenaventura, por hombres armados que se lo llevaron con rumbo desconocido.
Desde esa época, a la fecha, el paradero de Héctor es aún incierto. Su esposa, Erminsa Caicedo, quién lo buscó con las cuñadas sin encontrarlo, atribuye su desaparición a integrantes del Bloque Calima de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC.
En este sitio, en donde hace diez años se llevaron a Héctor Julio Contreras, se colocó otra cruz por la Vida y la Memoria, de este hombre que junto con otros nueve, hacen parte de los 10 hombres que fueron desaparecidos por los paramilitares en la vía Alejandro Cabal Pombo-Dagua-Buenaventura.
“A él lo desaparecieron así y a otros. Lo sacaron de su casa por la noche y no volvimos a saber nada de él. Ya hace diez años. Dicen que fueron los paras que lo desaparecieron. No volvimos a saber nunca más nada de él”.
Erminsa no se explica como desaparecen a alguien y no lo vuelven a entregar, así sea muerto.
“Que puede pensar uno. Que el más avispado vive de los pobres. Uno no ve porque desaparecen a alguien y no volver a dejar ver. Lo matan, tirarlo a la orilla de la carretera que uno le de cristiana sepultura”.
Una de los hechos que llama aún la atención durante el recorrido de muerte que hicieron los paramilitares en la vía Alejandro Cabal Pombo-Dagua-Buenaventura, hace diez años, era que seleccionaban de siete personas para cometer las masacres o desapariciones. Así lo explicó una de las integrantes del Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado, Movice, Capítulo Valle.
“Por lo general los paramilitares asesinaban de siete personas. Las razones no las sabemos. Esa es una de las verdades que HH no alcanzó a confesar en las audiencias. Nunca las esposas y hermanas de aquí de Triana, alcanzaron a saber porqué razón de mataban y se victimizaban siete personas. Esa fue una de las verdades que se llevo cuando fue extraditado a los Estados Unidos y que los familiares de las víctimas de Triana todavía quieren saber”.
Como Erminsa Caicedo, que sigue buscando a su esposo Héctor Julio Contreras, son muchas las mujeres que esperan que los paramilitares acogidos a la Ley de Justicia y Paz, cuenten que hicieron y en dónde están sus seres queridos.
Desde esa época, a la fecha, el paradero de Héctor es aún incierto. Su esposa, Erminsa Caicedo, quién lo buscó con las cuñadas sin encontrarlo, atribuye su desaparición a integrantes del Bloque Calima de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC.
En este sitio, en donde hace diez años se llevaron a Héctor Julio Contreras, se colocó otra cruz por la Vida y la Memoria, de este hombre que junto con otros nueve, hacen parte de los 10 hombres que fueron desaparecidos por los paramilitares en la vía Alejandro Cabal Pombo-Dagua-Buenaventura.
“A él lo desaparecieron así y a otros. Lo sacaron de su casa por la noche y no volvimos a saber nada de él. Ya hace diez años. Dicen que fueron los paras que lo desaparecieron. No volvimos a saber nunca más nada de él”.
Erminsa no se explica como desaparecen a alguien y no lo vuelven a entregar, así sea muerto.
“Que puede pensar uno. Que el más avispado vive de los pobres. Uno no ve porque desaparecen a alguien y no volver a dejar ver. Lo matan, tirarlo a la orilla de la carretera que uno le de cristiana sepultura”.
Una de los hechos que llama aún la atención durante el recorrido de muerte que hicieron los paramilitares en la vía Alejandro Cabal Pombo-Dagua-Buenaventura, hace diez años, era que seleccionaban de siete personas para cometer las masacres o desapariciones. Así lo explicó una de las integrantes del Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado, Movice, Capítulo Valle.
“Por lo general los paramilitares asesinaban de siete personas. Las razones no las sabemos. Esa es una de las verdades que HH no alcanzó a confesar en las audiencias. Nunca las esposas y hermanas de aquí de Triana, alcanzaron a saber porqué razón de mataban y se victimizaban siete personas. Esa fue una de las verdades que se llevo cuando fue extraditado a los Estados Unidos y que los familiares de las víctimas de Triana todavía quieren saber”.
Como Erminsa Caicedo, que sigue buscando a su esposo Héctor Julio Contreras, son muchas las mujeres que esperan que los paramilitares acogidos a la Ley de Justicia y Paz, cuenten que hicieron y en dónde están sus seres queridos.
domingo, 10 de octubre de 2010
"Aquí en Colombia no hay Ley, sino para los de arriba. Nosotros los pobres no tenemos nada"
En medio de una lluvia y luego de recorrer Cisneros, Playa Larga, La Delfina, El Salto, Katanga y Yanaconas, la Caravana por la Vida y la Memoria llega a la Vereda La Invasión, sobre la vía que une a Cali con Buenaventura, sobre el mar pacífico.
En este sitio, otra cruz conmemora la masacre de siete personas, ocurrida en el Corregimiento de Zaragoza y que fueron arrojados en La Invasión, el 26 de agosto del año 2000 por el Bloque Calima de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC.
María Doralba Álvarez, una mujer afrodescendiente, recuerda como hace diez años su hijo, Ricardo Álvarez, que ese día estaba cumpliendo años, se encontraba en una fiesta cuando llegaron los paramilitares y los formaron en fila para asesinarlos.
“Estaban en una fiesta y llegaron los paramilitares y los pusieron en fila y al que le caían le daban. Mataron ocho personas ese día. Entre ellos cayó mi hijo. Ese día estaban en una fiesta que estaba cumpliendo 16 años. Ahora el 26 de agosto cumplió diez años.”
Para esta mujer, desde el asesinato de su hijo, todo esta en la impunidad.
“Nunca nos han dicho el porqué. Simplemente, como todos los muertos de aquí de nuestra vereda, en la impunidad”.
Al preguntarle porqué los paramilitares mataban a los jóvenes, Doralba Álvarez, da varias hipótesis.
“Por la razón de que decían que eran guerrilleros, que eran atracadores de las mulas (camiones con carga), que eran auxiliadores de la guerrilla. Bueno, por todo nos mantenían la vida azotada. Más que todo a los jóvenes de aquí de la vereda”.
Doralba Álvarez, quién asegura que la Ley de Justicia y Paz no sirve para nada, espera que la Ley Dios sea la que aplique justicia.
“Para mi no sirve para nada, porque, sinceramente, a nuestras familias no valen eso, y nuestros hijos tampoco. Además mi hijo estaba estudiando, era menor de edad, estaba empezando la vida, y venir a quitársela tan tristemente no es justo. Aquí en Colombia no hay Ley, sino para los de arriba. Nosotros los pobres no tenemos nada. Solamente la Ley de Justicia de Dios no más. Es la única que nos cubre a nosotros, porque la otra no nos ha ayudado para nada”.
Pero mientras los familiares de las víctimas de los paramilitares de la vía Alejandro Cabal Pombo-Dagua-Buenaventura- siguen -diez años después- pidiendo Verdad, Justicia y Reparación Integral, para el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes del Estado, Movice, Capítulo Valle, estas muertes tienen tintes políticos.
“Hay una connotación política por estos asesinatos. Por eso los paramilitares en 1998entraron fuertemente por la vía Buenaventura. Por esa entraron por la carretera vieja. Hicieron varias masacres y siguieron haciendo desapariciones y continúan haciéndolas y amanezando. De tal manera que este es un acto simbólico, pero sobre todo un acto de resistencia. Por esa razón se valora, se mantiene el acompañamiento bastante o poquito, pero que es significativo para todas las comunidades”.
El 26 de agosto del año 2000, fueron asesinados junto al joven Ricardo Álvarez, que ese día estaba cumpliendo 16 años, José Azael Sinisterra Hurtado, César Augusto Arboleda, Orlando Angulo, Héctor Fabio Ortiz y Pedro Viafara.
En este sitio, otra cruz conmemora la masacre de siete personas, ocurrida en el Corregimiento de Zaragoza y que fueron arrojados en La Invasión, el 26 de agosto del año 2000 por el Bloque Calima de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC.
María Doralba Álvarez, una mujer afrodescendiente, recuerda como hace diez años su hijo, Ricardo Álvarez, que ese día estaba cumpliendo años, se encontraba en una fiesta cuando llegaron los paramilitares y los formaron en fila para asesinarlos.
“Estaban en una fiesta y llegaron los paramilitares y los pusieron en fila y al que le caían le daban. Mataron ocho personas ese día. Entre ellos cayó mi hijo. Ese día estaban en una fiesta que estaba cumpliendo 16 años. Ahora el 26 de agosto cumplió diez años.”
Para esta mujer, desde el asesinato de su hijo, todo esta en la impunidad.
“Nunca nos han dicho el porqué. Simplemente, como todos los muertos de aquí de nuestra vereda, en la impunidad”.
Al preguntarle porqué los paramilitares mataban a los jóvenes, Doralba Álvarez, da varias hipótesis.
“Por la razón de que decían que eran guerrilleros, que eran atracadores de las mulas (camiones con carga), que eran auxiliadores de la guerrilla. Bueno, por todo nos mantenían la vida azotada. Más que todo a los jóvenes de aquí de la vereda”.
Doralba Álvarez, quién asegura que la Ley de Justicia y Paz no sirve para nada, espera que la Ley Dios sea la que aplique justicia.
“Para mi no sirve para nada, porque, sinceramente, a nuestras familias no valen eso, y nuestros hijos tampoco. Además mi hijo estaba estudiando, era menor de edad, estaba empezando la vida, y venir a quitársela tan tristemente no es justo. Aquí en Colombia no hay Ley, sino para los de arriba. Nosotros los pobres no tenemos nada. Solamente la Ley de Justicia de Dios no más. Es la única que nos cubre a nosotros, porque la otra no nos ha ayudado para nada”.
Pero mientras los familiares de las víctimas de los paramilitares de la vía Alejandro Cabal Pombo-Dagua-Buenaventura- siguen -diez años después- pidiendo Verdad, Justicia y Reparación Integral, para el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes del Estado, Movice, Capítulo Valle, estas muertes tienen tintes políticos.
“Hay una connotación política por estos asesinatos. Por eso los paramilitares en 1998entraron fuertemente por la vía Buenaventura. Por esa entraron por la carretera vieja. Hicieron varias masacres y siguieron haciendo desapariciones y continúan haciéndolas y amanezando. De tal manera que este es un acto simbólico, pero sobre todo un acto de resistencia. Por esa razón se valora, se mantiene el acompañamiento bastante o poquito, pero que es significativo para todas las comunidades”.
El 26 de agosto del año 2000, fueron asesinados junto al joven Ricardo Álvarez, que ese día estaba cumpliendo 16 años, José Azael Sinisterra Hurtado, César Augusto Arboleda, Orlando Angulo, Héctor Fabio Ortiz y Pedro Viafara.
viernes, 8 de octubre de 2010
"No me quisieron matar, pero delante de mi me mataron cuatro hijos”
Pedro, Javier, Carlos y William, fueron los cuatro hijos que vio morir Jonas Andrade, un padre a quién las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, le perdonaron la vida, hace diez años en el sector de Los Tubos, en la vía que comunica a Cali con el Puerto de Buenaventura.
Estos cuatro hermanos, junto con Erminso, Jesús y Jaime Riascos, fueron recordados en la quinta cruz con la cual se conmemoraron las más de 50 personas que en el 2000 los paramilitares masacraron, en muchas ocasiones en presencia de sus seres queridos.
Jonas Andrade, quién cuenta la historia de la muerte de sus hijos, como si hubiera ocurrido hace poco, asegura que las Autodefensas poco tiempo después de asesinar a sus cuatro hijos, llegaron a decirle que se habían equivocado y que le dijera al Gobierno Nacional que se los pagara.
“Aquí hace diez años, aparecieron un 10 de junio unos señores, tipo 12 una de la mañana. Me rodearon la casa, me tocaron la puerta y me dijeron que abriera o si no que le echaban explosivos. Salí y les dije que se les ocurre, entonces se me entraron, buscaron en toda la casa a los hijos y me los sacaron y… pues… empezaron hacer lo que iban hacer, a matarlos. No me quisieron matar, pero delante de mi me mataron cuatro hijos”.
Este hombre, que refleja en su rostro, la angustia que vivió en esos momentos, asegura que los paramilitares no le dijeron porque los mataron.
“Nada. En absoluto. No me dijeron nada. Después, pasó el tiempo, organice lo de los hijos, los enterré y todo eso, y después vinieron y me dijeron que si era lo que yo les decía: qué porqué ellos no tenían nada que ver, que se habían equivocado y que le dijera al Gobierno que se los pagara. Vinieron como a las dos de la mañana y me dijeron eso”.
Jonas, asegura que desde esa fecha ha seguido solo sufriendo las consecuencias.
“Que se va hacer. En Colombia a toda hora pasa esto”.
Para el padre de estos cuatro jóvenes masacrados por el Bloque Calima de las AUC, hace diez, la Ley de Justicia y Paz es un legado que dejó el mejor Presidente que ha tenido Colombia.
“Pues le digo que sería una cosa muy buena, y es un legado que nos ha dado el mejor Presidente que ha tenido Colombia (Álvaro Uribe Vélez). Vamos a ver si sigue así. De modo que ya toca esperar”.
Historias como las de Jonas Andrade, que presenció el asesinato de sus cuatro hijos, de 13, 15, 24 y 27 años, es una de las muchas masacres que hace diez años, el Bloque Calima de las AUC, cometieron en la vía entre Cisneros y Buenaventura y que aun siguen en la completa impunidad.
Estos cuatro hermanos, junto con Erminso, Jesús y Jaime Riascos, fueron recordados en la quinta cruz con la cual se conmemoraron las más de 50 personas que en el 2000 los paramilitares masacraron, en muchas ocasiones en presencia de sus seres queridos.
Jonas Andrade, quién cuenta la historia de la muerte de sus hijos, como si hubiera ocurrido hace poco, asegura que las Autodefensas poco tiempo después de asesinar a sus cuatro hijos, llegaron a decirle que se habían equivocado y que le dijera al Gobierno Nacional que se los pagara.
“Aquí hace diez años, aparecieron un 10 de junio unos señores, tipo 12 una de la mañana. Me rodearon la casa, me tocaron la puerta y me dijeron que abriera o si no que le echaban explosivos. Salí y les dije que se les ocurre, entonces se me entraron, buscaron en toda la casa a los hijos y me los sacaron y… pues… empezaron hacer lo que iban hacer, a matarlos. No me quisieron matar, pero delante de mi me mataron cuatro hijos”.
Este hombre, que refleja en su rostro, la angustia que vivió en esos momentos, asegura que los paramilitares no le dijeron porque los mataron.
“Nada. En absoluto. No me dijeron nada. Después, pasó el tiempo, organice lo de los hijos, los enterré y todo eso, y después vinieron y me dijeron que si era lo que yo les decía: qué porqué ellos no tenían nada que ver, que se habían equivocado y que le dijera al Gobierno que se los pagara. Vinieron como a las dos de la mañana y me dijeron eso”.
Jonas, asegura que desde esa fecha ha seguido solo sufriendo las consecuencias.
“Que se va hacer. En Colombia a toda hora pasa esto”.
Para el padre de estos cuatro jóvenes masacrados por el Bloque Calima de las AUC, hace diez, la Ley de Justicia y Paz es un legado que dejó el mejor Presidente que ha tenido Colombia.
“Pues le digo que sería una cosa muy buena, y es un legado que nos ha dado el mejor Presidente que ha tenido Colombia (Álvaro Uribe Vélez). Vamos a ver si sigue así. De modo que ya toca esperar”.
Historias como las de Jonas Andrade, que presenció el asesinato de sus cuatro hijos, de 13, 15, 24 y 27 años, es una de las muchas masacres que hace diez años, el Bloque Calima de las AUC, cometieron en la vía entre Cisneros y Buenaventura y que aun siguen en la completa impunidad.
"Ellos estaban en Buenaventura tomando una gaseosa con otros muleros y llegaron ahí y los mataron"
El cielo se oscurece más. Una pequeña lluvia acompaña a la Caravana por la Vida y la Memoria que va rumbo a la quinta cruz con la cual se conmemoran diez años de las masacres que cometieron las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, en la vía entre el Corregimiento de Cisneros y el Municipio de Buenaventura, sobre el mar pacífico.
El sitio es la Vereda Katanga, en donde se recordará la muerte de dos de los siete hombres que fueron asesinados por integrantes del Bloque Calima, cuando tomaban gaseosa en el Puerto. Se trata de Yan Dile Adrada Gómez, un joven de 25 años y Gildardo Flórez.
“Ellos estaban en Buenaventura tomando una gaseosa con otros muleros (conductores de tractomulas) y llegaron ahí y los mataron. Mataron siete ese día. Mataron el papá de ella y a mi hijo”.
A pesar de que todos aseguran que fueron los paramilitares, para esta madre, diez años después de los crímenes, no sabe quién los asesinó.
“Pa saber. El problema que uno no sabe quién los mato ni nada”. Ellos dejaron cuatro hijos. Ya me toco ponerme a criar esos nietos. Dos de mi hijo y las dos del yerno”.
Para Enoy Adrada Gómez, madre de Yan Dile, el Proceso de Justicia y Paz es bueno para conocer quienes los mataron.
“Pues yo no sé qué pensar… que es bueno. A lo menos están removiendo, a lo menos pensando que los mataron y no se sabe porque ni nada”.
Para el Movice, Movimiento Nacional de Víctimas de crímenes de Estado, Capitulo Valle, el único pecado de las personas asesinadas en la vía al mar, es haber estado en un sitio estratégico como es la carretera al Puerto de Buenaventura.
“Por esta vía que estamos transitando es una de las causas estructurales de estos crímenes. Pues el único pecado o el único error de estas víctimas es haber estado ubicado en un sector estratégico por dónde iba a pasar esta gran carretera que tiene muchísimos intereses. La memoria de nuestras víctimas es necesaria recuperarla en el sentido de que eran seres humanos, eran campesinos, tenían sus familias, eran pescadores y agricultores. Que nosotros conozcamos que esas personas hacían, hace que la saquemos de ser una cifra más, un nombre más, una fecha más y que sean recuperadas sus memorias, las convierte en seres humanos valiosos, que tenían una historia, una familia, que tenían unos proyectos de vida que fueron trocados, por unas políticas de crímenes de Estado, por unas políticas económicas que van por encima de los seres humanos y por unas políticas de eliminar al que esta en contra de nuestros proyectos y nuestros intereses. En ese sentido es importante la memoria y debemos seguir recuperando la memoria histórica de nuestras víctimas para que no le demos el gusto al olvido y la impunidad que es lo que quiere el Estado”.
El Bloque 'Calima' de las AUC inicialmente tuvo varios comandantes, entre ellos estaban 'Rafa Putumayo', quien tuvo que huir de la región y posteriormente sería uno de los comandantes del Bloque 'Sur Putumayo'; alias “Román” – sargento retirado del Ejército-, quien sería asesinado en julio de 2000 y alias “José”, un mayor retirado del ejercito quién sería el encargado de delegarle el mando a 'HH'.
El sitio es la Vereda Katanga, en donde se recordará la muerte de dos de los siete hombres que fueron asesinados por integrantes del Bloque Calima, cuando tomaban gaseosa en el Puerto. Se trata de Yan Dile Adrada Gómez, un joven de 25 años y Gildardo Flórez.
“Ellos estaban en Buenaventura tomando una gaseosa con otros muleros (conductores de tractomulas) y llegaron ahí y los mataron. Mataron siete ese día. Mataron el papá de ella y a mi hijo”.
A pesar de que todos aseguran que fueron los paramilitares, para esta madre, diez años después de los crímenes, no sabe quién los asesinó.
“Pa saber. El problema que uno no sabe quién los mato ni nada”. Ellos dejaron cuatro hijos. Ya me toco ponerme a criar esos nietos. Dos de mi hijo y las dos del yerno”.
Para Enoy Adrada Gómez, madre de Yan Dile, el Proceso de Justicia y Paz es bueno para conocer quienes los mataron.
“Pues yo no sé qué pensar… que es bueno. A lo menos están removiendo, a lo menos pensando que los mataron y no se sabe porque ni nada”.
Para el Movice, Movimiento Nacional de Víctimas de crímenes de Estado, Capitulo Valle, el único pecado de las personas asesinadas en la vía al mar, es haber estado en un sitio estratégico como es la carretera al Puerto de Buenaventura.
“Por esta vía que estamos transitando es una de las causas estructurales de estos crímenes. Pues el único pecado o el único error de estas víctimas es haber estado ubicado en un sector estratégico por dónde iba a pasar esta gran carretera que tiene muchísimos intereses. La memoria de nuestras víctimas es necesaria recuperarla en el sentido de que eran seres humanos, eran campesinos, tenían sus familias, eran pescadores y agricultores. Que nosotros conozcamos que esas personas hacían, hace que la saquemos de ser una cifra más, un nombre más, una fecha más y que sean recuperadas sus memorias, las convierte en seres humanos valiosos, que tenían una historia, una familia, que tenían unos proyectos de vida que fueron trocados, por unas políticas de crímenes de Estado, por unas políticas económicas que van por encima de los seres humanos y por unas políticas de eliminar al que esta en contra de nuestros proyectos y nuestros intereses. En ese sentido es importante la memoria y debemos seguir recuperando la memoria histórica de nuestras víctimas para que no le demos el gusto al olvido y la impunidad que es lo que quiere el Estado”.
El Bloque 'Calima' de las AUC inicialmente tuvo varios comandantes, entre ellos estaban 'Rafa Putumayo', quien tuvo que huir de la región y posteriormente sería uno de los comandantes del Bloque 'Sur Putumayo'; alias “Román” – sargento retirado del Ejército-, quien sería asesinado en julio de 2000 y alias “José”, un mayor retirado del ejercito quién sería el encargado de delegarle el mando a 'HH'.
"A mi hijo me lo mataron. Tiene que ser los paras"
Luego de recorrer el corregimiento de Cisneros y la Vereda Playa Larga, en la vía en la vía que de la Capital del Valle conduce a Buenaventura, colocando cruces en donde las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, masacraron a más de 50 personas hace diez años, se llega a la Vereda La Delfina, en donde por las obras de la doble calzada no se puede colocar la tercera cruz, para recordar a tres hombres asesinados.
De allí nos trasladamos a La Vereda El Salto para clavar la cuarta cruz al lado de una casa de la ladrillo en donde se encuentra María Dolores Moreno, otra afrodescendiente a quién los paramilitares del Bloque Calima, asesinaron a su hijo Jesús María Moreno, cuando se encontraba con un amigo.
“A mi hijo me lo mataron. Tiene que ser los paras. Uno como madre no se da cuenta de las cosas. El andaba tomando ese día y le habían dicho que no se montara en una moto con un muchacho que andaban persiguiendo, y él como era amigo de él, pues se monto. Primero le dieron al muchacho de la moto y cuando mi hijo empezó a gritar: auxilio, auxilio, me mataron a mi compañero, entonces regresaron y le dieron a él”, relata María Dolores.
Esta mujer, como muchas que vivieron en carne propia la muerte de sus seres queridos, el dolor lo expresan con “alabaos” para recordar a sus seres queridos.
“El mío si lo encontraron y lo enterré en Cisneros. Eso fue el 13 de Octubre del 2002Dios tiene que proveer por todo lo que esta pasando. Que el meta sus brazos”.
Como en cada parada, antes o después de colocar una cruz, una persona de la Caravana habla sobre la importancia de recordar a las víctimas.
“Esta cruz es símbolo de muerte, pero también de memoria. Con esta cruz construimos memoria. Traemos al presente las vejaciones que se cometieron en el pasado contra el pueblo de la vía Alejandro Cabal Pombo - Dagua – Buenaventura, para recordar lo que sucede en nuestro país, que nos están matando nuestros campesinos, indígenas, obreros y nuestros estudiantes, para decir no más. Para no dejar en el sinsentido, el sentido de lo que somos. Para reivindicar la vida, para no olvidar, para recordar que el Estado Colombiano patrocina estos actos con la impunidad que suscitan, con la injusticia que promueve, con los crímenes que comete, con los crímenes que permite, con la consigna que fomenta y defiende, hay que olvidar lo que nos hace sentir vergüenza, para todo esto aquí estamos, rememorando nuestra historia. Presente, presente, presente.”
Entre el año 2000 y su desmovilización en 2005 las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, realizaron al menos 70 masacres, dejaron centenares de víctimas, produjo el desplazamiento de más de 20 mil personas, asesinó de manera selectiva a 400 líderes sindicales, cívicos, docentes y campesinos, y en la actualidad se cree que existen más de 400 fosas comunes con víctimas del Bloque.
De allí nos trasladamos a La Vereda El Salto para clavar la cuarta cruz al lado de una casa de la ladrillo en donde se encuentra María Dolores Moreno, otra afrodescendiente a quién los paramilitares del Bloque Calima, asesinaron a su hijo Jesús María Moreno, cuando se encontraba con un amigo.
“A mi hijo me lo mataron. Tiene que ser los paras. Uno como madre no se da cuenta de las cosas. El andaba tomando ese día y le habían dicho que no se montara en una moto con un muchacho que andaban persiguiendo, y él como era amigo de él, pues se monto. Primero le dieron al muchacho de la moto y cuando mi hijo empezó a gritar: auxilio, auxilio, me mataron a mi compañero, entonces regresaron y le dieron a él”, relata María Dolores.
Esta mujer, como muchas que vivieron en carne propia la muerte de sus seres queridos, el dolor lo expresan con “alabaos” para recordar a sus seres queridos.
“El mío si lo encontraron y lo enterré en Cisneros. Eso fue el 13 de Octubre del 2002Dios tiene que proveer por todo lo que esta pasando. Que el meta sus brazos”.
Como en cada parada, antes o después de colocar una cruz, una persona de la Caravana habla sobre la importancia de recordar a las víctimas.
“Esta cruz es símbolo de muerte, pero también de memoria. Con esta cruz construimos memoria. Traemos al presente las vejaciones que se cometieron en el pasado contra el pueblo de la vía Alejandro Cabal Pombo - Dagua – Buenaventura, para recordar lo que sucede en nuestro país, que nos están matando nuestros campesinos, indígenas, obreros y nuestros estudiantes, para decir no más. Para no dejar en el sinsentido, el sentido de lo que somos. Para reivindicar la vida, para no olvidar, para recordar que el Estado Colombiano patrocina estos actos con la impunidad que suscitan, con la injusticia que promueve, con los crímenes que comete, con los crímenes que permite, con la consigna que fomenta y defiende, hay que olvidar lo que nos hace sentir vergüenza, para todo esto aquí estamos, rememorando nuestra historia. Presente, presente, presente.”
Entre el año 2000 y su desmovilización en 2005 las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, realizaron al menos 70 masacres, dejaron centenares de víctimas, produjo el desplazamiento de más de 20 mil personas, asesinó de manera selectiva a 400 líderes sindicales, cívicos, docentes y campesinos, y en la actualidad se cree que existen más de 400 fosas comunes con víctimas del Bloque.
martes, 5 de octubre de 2010
"Cuando oímos los tiros, y ahí estaba tiradito junto con otro señor"
Es una mañana gris y nublada. Es un Domingo día de mercado. A pocos metros del Corregimiento de Cisneros, sobre la vía que comunica a Cali con el Puerto de Buenaventura, se llega a una humilde vivienda de la Vereda Playa Larga, en donde una mujer -con un machete en la mano- espera la caravana por la vida y la memoria.
Se trata de Cristina Bejarano, una mujer a quién el Bloque Calima de las Autodefensas Unidas de Colombia, le mató a su hijo Jesús Elides Córdoba, junto con tres hombres más el 17 de Diciembre del año 2000.
Al lado de la casa, de color verde y a 200 metros del Río Dagua, se encuentra lista la segunda cruz, con un jarrón con dalias color naranja y tapada con un mantel blanco.
Doña Cristina, que sigue con el machete en la mano, señala a lo lejos el sitio en donde fue asesinado su hijo.
“Allá en la curvita, en los Tres Chorros murió mi hijo. Cuando oímos los tiros, el primerito que salió fue el papá y la hermana, y ahí estaba tiradito junto con otro señor y un herido que posteriormente murió en Cali”, relata Cristina.
Al preguntar porqué las AUC mataron a su hijo, Doña Cristina asegura que cree que fue por envidia.
“Mi hijo era un hombre que le gustaba trabajar. No le gustaban los problemas. Yo digo que fue por envidia porque el no era guerrero o que tenía enemigos con la gente no. Sino por envidia”, recalco.
Como grave, calificó doña Cristina, la muerte de su hijo y de las otras personas a manos de los paramilitares.
“Yo veo esto como grave. Porque gente que no tenga culpa, no tenga enemigos y como ellos bajaban haciendo tiros y mataban, pues ahí pasó eso. Mataron muchos jóvenes, ese día”, reveló.
Cristina, asegura que le tocado criar los tres niños que él dejo. Una niña y dos niños barones.
“Yo los he criado dándole escuela. Llevo cuatro años guerreando sola. Mi hijo tenía un negocio de comida y venta de licor, con el que sostenía a los niños y a mí. Mi esposo lo mató un carro hace 4 años. Yo estoy enferma. No me puedo agachar porque el especialista me dijo que tenía la columna desgastada y si se me reventaba quedaba en silla de ruedas o me moría, pero tengo que trabajar”.
Según relatan los pobladores de este sector de la Vereda Playa Larga, vía al Puerto de Buenaventura, el 17 de diciembre de 2000, los paramilitares pasaron en una camioneta matando a quién se encontraba, entre ellos Jesús Elides Córdoba, junto con Didier Leiva, Martín Alonso Echavarría y Roberto Riascos.
Hoy, diez años después, las cuatro muertes siguen impunes.
Se trata de Cristina Bejarano, una mujer a quién el Bloque Calima de las Autodefensas Unidas de Colombia, le mató a su hijo Jesús Elides Córdoba, junto con tres hombres más el 17 de Diciembre del año 2000.
Al lado de la casa, de color verde y a 200 metros del Río Dagua, se encuentra lista la segunda cruz, con un jarrón con dalias color naranja y tapada con un mantel blanco.
Doña Cristina, que sigue con el machete en la mano, señala a lo lejos el sitio en donde fue asesinado su hijo.
“Allá en la curvita, en los Tres Chorros murió mi hijo. Cuando oímos los tiros, el primerito que salió fue el papá y la hermana, y ahí estaba tiradito junto con otro señor y un herido que posteriormente murió en Cali”, relata Cristina.
Al preguntar porqué las AUC mataron a su hijo, Doña Cristina asegura que cree que fue por envidia.
“Mi hijo era un hombre que le gustaba trabajar. No le gustaban los problemas. Yo digo que fue por envidia porque el no era guerrero o que tenía enemigos con la gente no. Sino por envidia”, recalco.
Como grave, calificó doña Cristina, la muerte de su hijo y de las otras personas a manos de los paramilitares.
“Yo veo esto como grave. Porque gente que no tenga culpa, no tenga enemigos y como ellos bajaban haciendo tiros y mataban, pues ahí pasó eso. Mataron muchos jóvenes, ese día”, reveló.
Cristina, asegura que le tocado criar los tres niños que él dejo. Una niña y dos niños barones.
“Yo los he criado dándole escuela. Llevo cuatro años guerreando sola. Mi hijo tenía un negocio de comida y venta de licor, con el que sostenía a los niños y a mí. Mi esposo lo mató un carro hace 4 años. Yo estoy enferma. No me puedo agachar porque el especialista me dijo que tenía la columna desgastada y si se me reventaba quedaba en silla de ruedas o me moría, pero tengo que trabajar”.
Según relatan los pobladores de este sector de la Vereda Playa Larga, vía al Puerto de Buenaventura, el 17 de diciembre de 2000, los paramilitares pasaron en una camioneta matando a quién se encontraba, entre ellos Jesús Elides Córdoba, junto con Didier Leiva, Martín Alonso Echavarría y Roberto Riascos.
Hoy, diez años después, las cuatro muertes siguen impunes.
viernes, 1 de octubre de 2010
"Ahí esta la pregunta del millón. ¿Por qué los mataron?"
“Saludos compañeros y compañeras. Compañeros de lucha, de sufrimiento. Víctimas igual que nosotros.
Hoy estamos aquí en conmemoración de los diez años de la masacre ocurrida en esta zona. Diez años de impunidad, diez años con sabor a inmunidad. Diez años de impotencia, diez años de agonía, pero no olvidamos, pero no perdonamos, porque esto fue una barbarie estos crímenes a campesinos trabajadores que sólo querían vivir. Porque esto es duro, cuando te desaparecen tú hijo. Es duro cuando te masacran a tú marido, es duro cuando tú hijo aparece asesinado en la calle, amarrado y torturado. Es duro cuando te masacran los papas de tus hijos, cuando trabajan aserrando y todos son masacrados a machete y bala. Es duro cuando tú, como padre, ves matar a sus hijos. Y la impunidad presente, ella nos ve, ella se ríe, ella goza, se siente feliz. Pero nosotras las víctimas tenemos la esperanza que por medio de Dios, algún día se hará justicia, aunque ella sea ciega, sorda y muda. Tenemos la esperanza de que la verdad brillara. Son diez años de impunidad, ¿cuántos faltan? Gracias”
Con estas palabras, leídas con voz entrecortada por María Victoria Plazas en el Corregimiento de Cisneros, sobre la carretera que comunica a Cali (Capital del Valle del Cauca), con el Puerto sobre el mar pacífico colombiano, se inició la Caravana por la Vida y la Memoria, para conmemorar los diez años de las masacres cometidas por las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, en la vía Alejandro Cabal Pombo-Dagua-Buenaventura.
La marcha, liderada por el Grupo de Mujeres de Triana (Vereda) - luciendo en sus cabezas turbantes blancos y negros y camisetas con fotos de sus seres queridos asesinados - y el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado, Movice, recorrió 14 sitios a los largo de la vía, colocando igual número de cruces para recordar a las víctimas y hacer un llamado para que los crímenes no sigan impunes.
Cisneros, Playa Larga, La Delfina, El Salto, Katanga, Yanaconas, La Invasión, La Machaca, Triana, Bendiciones, El Cafetal, el Puente de Zaragoza, Córdoba y el Barrio Las Palmas, en Buenaventura, fueron los sitios que recorrieron los familiares de más de 50 personas -entre hombres y mujeres- que fueron asesinados en grupos de siete por integrantes del Bloque Calima de las AUC, que lideró José Éver Veloza, alias “HH”, hoy extraditado a los Estados Unidos.
La Caravana, que partió a las nueve de la mañana y culminó a las seis de la tarde, se inició frente a un letrero que dice “Granero San Marino” y al lado de un poste de energía, ubicado en el Corregimiento de Cisneros, en donde fue colocada la primera cruz, de las catorce que se clavaron en la vía, como símbolo de memoria.
Las cruces, tapadas con telas blancas (antes de ser descubiertas), estaban acompañadas con improvisados jarrones con margaritas o dalias y con un letrero que reza: “Por la vida y la memoria de las víctimas de la vía Cabal Pombo-Dagua-Buenaventura”.
Una vez se llegaba a una cruz, los familiares de las víctimas la descubrían y con una oración y alabaos (cantos corales de alabanza o exaltación religiosa ofrendados a los santos) se iniciaba el rito que no duraba más de diez 20 minutos.
Pedro Celestino Viafará, un maestro de construcción, fue uno de los cinco hombres asesinados en un recorrido de muerte que llevaron a cabo los paramilitares el 26 de agosto de 2000. Su esposa, María Victoria Plaza, diez años después se sigue preguntando porqué lo mataron.
“Ahí esta la pregunta del millón. ¿Por qué los mataron? Así como pasó desde el principio, así estamos hoy. Desde aquí (Cisneros) hasta Buenaventura HH masacró a todo mundo. No se sabe a ciencia cierta quién le pago, pero como se fue para Estados Unidos por eso tiene sabor a impunidad”.
Victoria, al preguntarle sobre cuántas personas habría asesinado HH, invoca a Dios
“Hay Dios mío. Yo creo que si fueron cien personas, fue poquito, porque hay unos que no tenemos los datos”.
Para esta mujer, la impunidad por las masacres, sigue a flor de piel.
“No pasa nada con nuestras víctimas. Cuando son familias de pobres”, puntualizó.
Hoy estamos aquí en conmemoración de los diez años de la masacre ocurrida en esta zona. Diez años de impunidad, diez años con sabor a inmunidad. Diez años de impotencia, diez años de agonía, pero no olvidamos, pero no perdonamos, porque esto fue una barbarie estos crímenes a campesinos trabajadores que sólo querían vivir. Porque esto es duro, cuando te desaparecen tú hijo. Es duro cuando te masacran a tú marido, es duro cuando tú hijo aparece asesinado en la calle, amarrado y torturado. Es duro cuando te masacran los papas de tus hijos, cuando trabajan aserrando y todos son masacrados a machete y bala. Es duro cuando tú, como padre, ves matar a sus hijos. Y la impunidad presente, ella nos ve, ella se ríe, ella goza, se siente feliz. Pero nosotras las víctimas tenemos la esperanza que por medio de Dios, algún día se hará justicia, aunque ella sea ciega, sorda y muda. Tenemos la esperanza de que la verdad brillara. Son diez años de impunidad, ¿cuántos faltan? Gracias”
Con estas palabras, leídas con voz entrecortada por María Victoria Plazas en el Corregimiento de Cisneros, sobre la carretera que comunica a Cali (Capital del Valle del Cauca), con el Puerto sobre el mar pacífico colombiano, se inició la Caravana por la Vida y la Memoria, para conmemorar los diez años de las masacres cometidas por las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, en la vía Alejandro Cabal Pombo-Dagua-Buenaventura.
La marcha, liderada por el Grupo de Mujeres de Triana (Vereda) - luciendo en sus cabezas turbantes blancos y negros y camisetas con fotos de sus seres queridos asesinados - y el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado, Movice, recorrió 14 sitios a los largo de la vía, colocando igual número de cruces para recordar a las víctimas y hacer un llamado para que los crímenes no sigan impunes.
Cisneros, Playa Larga, La Delfina, El Salto, Katanga, Yanaconas, La Invasión, La Machaca, Triana, Bendiciones, El Cafetal, el Puente de Zaragoza, Córdoba y el Barrio Las Palmas, en Buenaventura, fueron los sitios que recorrieron los familiares de más de 50 personas -entre hombres y mujeres- que fueron asesinados en grupos de siete por integrantes del Bloque Calima de las AUC, que lideró José Éver Veloza, alias “HH”, hoy extraditado a los Estados Unidos.
La Caravana, que partió a las nueve de la mañana y culminó a las seis de la tarde, se inició frente a un letrero que dice “Granero San Marino” y al lado de un poste de energía, ubicado en el Corregimiento de Cisneros, en donde fue colocada la primera cruz, de las catorce que se clavaron en la vía, como símbolo de memoria.
Las cruces, tapadas con telas blancas (antes de ser descubiertas), estaban acompañadas con improvisados jarrones con margaritas o dalias y con un letrero que reza: “Por la vida y la memoria de las víctimas de la vía Cabal Pombo-Dagua-Buenaventura”.
Una vez se llegaba a una cruz, los familiares de las víctimas la descubrían y con una oración y alabaos (cantos corales de alabanza o exaltación religiosa ofrendados a los santos) se iniciaba el rito que no duraba más de diez 20 minutos.
Pedro Celestino Viafará, un maestro de construcción, fue uno de los cinco hombres asesinados en un recorrido de muerte que llevaron a cabo los paramilitares el 26 de agosto de 2000. Su esposa, María Victoria Plaza, diez años después se sigue preguntando porqué lo mataron.
“Ahí esta la pregunta del millón. ¿Por qué los mataron? Así como pasó desde el principio, así estamos hoy. Desde aquí (Cisneros) hasta Buenaventura HH masacró a todo mundo. No se sabe a ciencia cierta quién le pago, pero como se fue para Estados Unidos por eso tiene sabor a impunidad”.
Victoria, al preguntarle sobre cuántas personas habría asesinado HH, invoca a Dios
“Hay Dios mío. Yo creo que si fueron cien personas, fue poquito, porque hay unos que no tenemos los datos”.
Para esta mujer, la impunidad por las masacres, sigue a flor de piel.
“No pasa nada con nuestras víctimas. Cuando son familias de pobres”, puntualizó.
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