lunes, 5 de abril de 2010

Voces contra el Olvido. Masacre de Trujillo. 20 años de impunidad


Trujillo, uno de los 42 municipios del Departamento del Valle del Cauca, ubicado al noroccidente de la Cordillera Occidental de Colombia y a 116 kilómetros de Cali, nace como producto de la colonización paisa del principio del siglo XX.

Es fundado -al parecer- por ex convictos y desmovilizados de la guerra civil de los Mil Días, que asoló al país y a Panamá (que en ese entonces era un Departamento de Colombia), entre 1899 y 1902.

Luego de que en 1930 adquiere la jurisdicción municipal, Trujillo -en donde predomina el cultivo del Café- desde el 9 de abril de 1948 hasta enero de 1980, se vio envuelto en una lucha por el poder político local que ocasionó que líderes políticos del partido conservador terminaran sacrificando las vidas de cientos de pobladores.

Esa época termina con la muerte del líder político conservador Leonardo Espinosa que posteriormente es inmortalizado en la novela del escritor y periodista Gustavo Álvarez Gardeazábal: “El Último Gamonal“.

Pero es entre los años 1986 y 1994 donde el Municipio de Trujillo, conjuntamente con las poblaciones de Bolívar y Riofrío, vive una larga cadena de crímenes de manera extrema, brutal y sanguinaria, que hoy es conocida como la “Masacre de Trujillo”.

Allí 342 personas son víctimas de homicidio, tortura, detenciones arbitrarias y desaparición forzada, en donde se ven involucrados diversos actores como la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional, ELN, los carteles de la droga, los grupos de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, la Policía y el Ejército de Colombia, así como las facciones políticas del orden local y regional.

Pero pese a que por esta “Masacre de Trujillo”, en 1997 el Presidente de Colombia, Ernesto Samper Pizano, pidió perdón y reconocimiento ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, por sólo 34 víctimas de las 342, a casi 20 años de los trágicos sucesos, aún no hay ninguna persona condenada, es decir sigue en la impunidad.

El homicidio del párroco del Municipio de Trujillo, el sacerdote Tiberio Fernández Mafla, la desaparición de sus acompañantes, las primeras desapariciones forzadas del Corregimiento La Sonora y de los ebanistas, ocurridas entre marzo y abril de 1990, marcan el clímax de la “Masacre de Trujillo”, por la crueldad extrema como se cometieron.

En Septiembre del año 2008, el Grupo de Memoria Histórica de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, CNRR dio a conocer el informe: “Trujillo: una tragedia que no cesa”, en donde revela los resultados de las investigaciones que durante ocho meses realizaron sobre la forma como fueron asesinadas y desaparecidas las 324 personas.

Estas masacres tiene la particularidad de haberse cometido en las haciendas Las Violetas y Villa Paola, esta última de Henry Loaiza, alias “El Alacrán”, según relató el testigo presencial Daniel Arcila Cardona, a quién lo tildaron de loco por relatar la manera en que eran asesinadas las personas que allí eran llevadas.

En los reportajes sobre la "Masacre de Trujillo", se escucharan testimonios de campesinos de esta población del Norte del Departamento del Valle del Cauca, sobre las causas que provocaron las muertes sistemáticas y selectivas de las 342 personas así como el llamado para que se haga justicia y los crímenes no queden en la impunidad a 20 años de estos de estos violentos hechos.

El Toyota Blanco

Muchos fueron los hechos que marcaron el terror durante la "Masacre de Trujillo". Uno de ellos fue el famoso “Toyota Blanco“, al parecer al servicio del Ejército, que -después de casi 20 años- aún sigue en la memoria y paisaje de los habitantes de esta población del Norte del Departamento del Valle del Cauca.

“Ni oye, ni ve, ni entiende”…

esa advertencia que hace cerca de 20 años los victimarios le hacían al conductor de la ambulancia del Hospital del Municipio de Trujillo, cuando transportaba a los heridos y posteriormente eran rematados, solo se vino a conocer 19 años después, cuándo decidió hablar a Caracol Radio por miedo a que lo mataran.

Murió de pena moral

La “Masacre de Trujillo”, además de causar horror, desolación y sufrimiento entre los habitantes de esta población del Norte del Departamento del Valle del Cauca, no solo causó la muerte y desaparición de 342 personas, si no que aún sigue causando víctimas. Diez han sido las personas que han muerto de “pena moral”, esperando el regresos de sus seres queridos.

Doña Rosalba, califica la desaparición de su hermano como un calvario y un hecho horrible, ya que a los nueves meses de su desaparición su madre murió de pena moral y hace dos años falleció su padre de 92 años, pensando en dónde estaría su hijo.

Los ebanistas

El terror de la “Masacre de Trujillo”, al Norte del Departamento del Valle del Cauca, se concentra entre el 29 de marzo y el 17 de abril de 1990.

En esa época, las masacres y las desapariciones forzadas del Corregimiento de La Sonora y de los ebanistas son realizadas -según la Comisión de Investigación de los sucesos violentos de Trujillo, por la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional, ELN. y fuerzas de derecha, no identificadas.

Es allí, donde es desaparecido a la fuerza el 2 de abril de 1990, el ebanista José Agustín Lozano de 33 años, quién -según su hermana- Rosalba Lozano, fue destrozado, echado a un costal y arrojado a las aguas del Río Cauca.

Lo siguen esperando

Aunque parezca increíble, a casi 20 años de la desaparición y muerte de 342 personas en el Municipio de Trujillo, aún hay familias que esperan el regreso de su ser querido.

Es el caso de doña Dalila Valencia, que junto a sus tres hijos y su suegra -postrada en una silla de ruedas- siguen esperando que regrese Libardo Correa, un campesino que fue desaparecido el 23 de marzo de 1991, un día después de cumplir 33 años.

Dalila, dice que a pesar que su esposo fue tirado al Río Cauca -conocido como el Cementerio clandestino - jamás lo olvida y solo lo hará cuando pase a la eternidad.

Cubiertos con costales

El horror y la sevicia con que se aniquila a las víctimas de la “Masacre de Trujillo”, se evidencia con los tres ebanistas desaparecidos el 2 de abril de 1990: José Alisio Granada y los hermanos Revell y José Releí Vargas Londoño, quiénes son llevados inicialmente a la sede de la Policía del Municipio de Tulúa, centro del Valle, después a la Sijin en Cali y posteriormente al centro de torturas en la Hacienda Las Violetas, en el Corregimiento La Sonora del Municipio de Trujillo.

Allí, estos tres hombres -que formaban parte de las cooperativas auspiciadas por el padre Tiberio Fernández Mafla- fueron cubiertos con costales y arrojados al suelo, torturados con agua a presión; soplete de gasolina; navajas; tenazas; martillos y les aplicaron sal en las heridas. No contentos con esto, el grupo armado que los sacó a la fuerza del taller de ebanistería, ubicado en la esquina de la Plaza Principal de Trujillo, los descuartizaron vivos con una motosierra, sus cabezas y troncos fueron depositados en costales diferentes y luego arrojados -como siempre- a las aguas del Río Cauca.

Este relato, que parece sacado de una película de terror, es el testimonio del único testigo presencial de los hechos, Daniel Arcila Cardona -aquel soldado que los fiscales lo creyeron loco al contar semejante barbarie-.

Real justicia

Mauricio Vargas Palacios, es un joven de 20 años a quién le arrebataron a su padre -el ebanista Herbey Vargas Londoño-cuando solo tenía dos años. Hoy, portando la foto de un padre que no tuvo la oportunidad de conocer, pide una “real justicia”, no dejar la muerte de su padre y de las demás 341 personas en el olvido y en la total impunidad.

Mientras Mauricio Vargas Palacios y muchos jóvenes del Municipio de Trujillo, que no tuvieron la oportunidad de crecer al lado de sus padres por la violencia, luchan por vencer el olvido, la gran mayoría de los colombianos ya olvidaron la “Masacre de Trujillo”.

19 años pidiendo justicia

Cargando una foto casi borrosa y desgastada con el tiempo, Héctor Fabio Paredes González, lleva 19 años pidiendo justicia por la desaparición de su hermano, dentro de los sucesos violentos ocurridos en el Municipio de Trujillo.

Para Héctor, el papel de la Justicia para juzgar a los culpables o reparar a las víctimas ha sido muy lento.

Este campesino, que asegura que todo sigue igual como hace 19 años, cuando se cometieron los asesinatos y las desapariciones selectivas y sistemáticas, hace un llamado para que los culpables no sigan libres y que sean condenados.

Las familias de los desaparecidos en el Municipio de Trujillo, que nunca regresaron, no solo viven el calvario de no saber que le pasó a su ser querido, sino de que los culpables siguen gozando de la libertad y la justicia no hace absolutamente nada por capturarlos y condenarlos.

Verdad, Justicia y Reparación, siguen pidiendo a "gritos" los familiares de las 342 personas asesinadas y desaparecidas durante la "Masacre de Trujillo" hace 19 años.

El olvido esta lleno de memoria

Como lo dice en su poema Mario Benedetti…“el olvido está lleno de memoria“… la “Masacre de Trujillo” se resiste a ser olvidada por las víctimas de las 342 personas que fueron asesinadas y desaparecidas entre 1986 y 1994, en este Municipio del Norte del Departamento del Valle del Cauca.

Mientras en Colombia, este hecho sigue olvidado y -al parecer-solo fue un dato “no registrado”, Josefina Valencia, una humilde campesina y sus dos hijas, aún -luego de 19 años- lloran al ver la foto de su esposo y padre.

Testigo presencial

Martín Emilio Flores, era un vigilante del Corregimiento de Salónica, del Municipio de Riofrío, al Norte del Valle, que fue asesinado por ser testigo presencial de las muertes selectivas y sistemáticas que se registraron en esta zona del Valle.

Indignación

La liberación el 10 de marzo de 2009 del Coronel retirado del Ejército Alirio Antonio Urueña Jaramillo y el entonces Teniente de la Policía José Fernando Berrio Velásquez, implicados en la “Masacre de Trujillo”, por parte del Juez Néstor Ramos, del Tribunal Penal del Municipio de Tulúa, Centro del Valle del Cauca, argumentando que los cargos imputados por la Fiscalía debieron ser de homicidio agravado y no con fines terroristas, ocasionó la indignación de los familiares de las 342 personas asesinadas y desaparecidas entre 1986 y 1994.

Estos dos militares fueron capturados luego de que el Fiscal General de la Nación, Mario Iguarán, ordenará el 24 de Septiembre de 2008 en el propio Municipio de Trujillo, la detención de al menos 20 personas sindicadas de participar en la Masacre, entre ellos el ex alcalde de Trujillo y ex diputado del Departamento del Valle del Cauca, Rubén Darío Puerta.

La captura del reconocido político y la liberación de los militares, ha generó dos movilizaciones de los habitantes de Trujillo, así como tres cartas enviadas al Procurador General de la Nación, el Procurador Delegado ante la Fiscalía 17 de Derechos Humanos y el Fiscal General de la Nación, en donde claman que se haga justicia y que liberen al ex alcalde.

La actual alcaldesa de Trujillo, Gloria Amparo Espinosa Dávila y esposa de Rubén Darío Agudelo, así como el Párroco de esta población, el presbítero, Roberto Tofiño, aseguran que mientras no haya justicia no habrá reparación.

Los habitantes de esta población del Valle le exigen al Fiscal General de la Nación, Mario Iguarán, que libere al ex alcalde y ex diputado del Departamento, Rubén Darío Agudelo Puerta, detenido por estos hechos.

Ante la liberación de los dos oficiales del Ejército y la Policía, implicados en la “Masacre de Trujillo”, los familiares de las 342 víctimas esperan que no corran la misma suerte los militares capturados en Septiembre del 2008, como el suboficial en retiro del Ejército, César Augusto Corredor Cetona, detenido en Valledupar, del ex suboficial del Ejército, Jairo Trejos Parra, capturado en San Gil, Santander, la del Sargento Primero retirado del Ejército, Gildardo Silva Rojas, quién era taxista y del Coronel del Ejército Wilfredo Ruiz Silva, quienes según la Fiscalía, actuaron por órdenes de los capos del Cartel de la Drogas del Norte del Valle del Cauca, Henry Loaiza Ceballos, alias “El Alacrán” y Diego León Montoya, “Don Diego”, presos en Colombia y los Estados Unidos.

Para dignificar a sus seres queridos y vencer el olvido de los colombianos y en especial de la Justicia, fue construido un Parque Monumento, a las laderas del Municipio de Trujillo, que rinde tributo a las 342 personas asesinadas y desaparecidas en el Municipio de Trujillo.

Con muchos interrogantes

Yamileth Vargas González, que cuando tenía solo cuatro años, vio como su padre, Orlando Vargas Londoño, le fue arrebatado de su lado, el 2 de abril de 1990, se sigue preguntando dos décadas después ¿quién financió y quienes fueron los autores materiales e intelectuales de estos asesinatos y desapariciones de 342 víctimas entre 1986 y 1994.

A pesar de que estos crímenes, considerados de lesa humanidad y denunciados como la “Masacre de Trujillo”, en donde Colombia fue condenada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, aún los paramilitares, miembros de la fuerza pública y narcotraficantes implicados en esta “barbarie”, no han sido capturados o condenados.

¿Hasta cuándo habrá que esperar para que haya justicia?

Rìo Cauca: Cementerio Clandestino

El Río Cauca, que cruza seis departamentos en un recorrido de 1.250 kilómetros, antes de rendir sus aguas a la depresión mompoxina, en Santa Cruz de Mompox, en Bolívar, Costa Norte de Colombia; es considerado a su paso por el Departamento del Valle del Cauca, el “Cementerio clandestino”.

Así se refieren a él, los familiares de las 342 víctimas de la “Masacre de Trujillo”, que fueron desmembradas y arrojadas a las aguas del Río Cauca entre 1986 y 1994 para que sus cuerpos nunca fueran hallados.

Para no olvidar a los centenares de víctimas que fueron arrojadas a esta agua y evitar que siga siendo un “Cementerio clandestino”, un artista plástico y un cineasta trabajan por esa causa.

Desde que tenía cinco años, Gabriel Andrés Posada, tiene grabado en su mente la imagen de ver cruzar por el Río Cauca cadáveres de hombres, mujeres, adultos y niños arrojados al cauce.

Lo anterior, lo llevo a realizar el proyecto “Magdalenas por el Cauca en homenaje y símbolo a las mujeres del Municipio de Trujillo y de otras poblaciones que siguen haciendo duelo a sus padres, hermanos, esposos e hijos.

De las aguas del Río Cauca, por décadas, han sido rescatados cadáveres no solo de la violencia en el Valle del Cauca, sino que allí han ido a parar muertos del conflicto colombiano de los departamentos de Risaralda, Antioquia, Caldas y Bolívar, que cruza el cauce.

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