Luego de sembrar coca y ganar hasta ocho millones de pesos mensuales, gustarle las armas, el uniforme y hasta la manera de caminar de los guerrilleros, desde los quince y hasta los 17 años, SAMUEL, como llamaremos a este joven, ingreso a uno de los grupos armados organizados al margen de la ley.
Durante los dos años que estuvo en las filas de la guerrilla, SAMUEL, vio como las cerca de 20 minas antipersona que sembró, les destrozaba las piernas a los soldados.
¨Las condiciones de pobreza, la falta de educación y por ende de oportunidades hace que muchos de éstos menores consideren que las armas pueden brindarles la seguridad
que necesitan ante la desprotección de la que han sido víctimas y que de igual manera les brindara el poder que la pobreza en la cual viven y la falta de visiones les
roban”.
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