lunes, 23 de abril de 2012

“Se aprovecharon de sus sueños, para acabar con sus vidas”


En medio de un ardiente y picante sol, poca brisa y al lado de un apacible mar pacífico, un puñado de mujeres afrodescendientes, varias de ellas con turbantes, gorras y toallas sobre sus cabezas, algunas tienen el cuello rodeado por escapularios que caen sobre una camiseta azul en donde se lee en medio del dibujo de un balón de fútbol: “7 Aniversario. Por los doce de Punta del Este, por los otros, por ellas y por mi”. Estas mujeres lideraron una marcha por las ardientes calles del Municipio de Buenaventura, para conmemorar los siete años de la desaparición, tortura y asesinato de doce jóvenes a manos de los grupos paramilitares.


Silvia, Bolivia, Regina, Melba, Lorena y Yurledy, son varias de las madres, cuyos rostros aún reflejan la tristeza de la muerte de sus hijos. Ellas se movilizaron por las vias de una de las poblaciones más olvidada de los 42 municipios del departamento del Valle del Cauca, sumida en la pobreza, a pesar de tener ubicado el único Puerto marítimo que tiene Colombia sobre el mar pacífico y por donde se mueve el 60 por ciento del comercio exterior del país, Buenaventura.



Estas mujeres, que durante la marcha estuvieron acompañadas por un grupo de niños y jóvenes estudiantes que coreaban frases como: “se aprovecharon de sus sueños, para acabar con sus vidas”, siguen esperando –siete años después- que la justicia colombiana investigue y sancione estos hechos y garantice el acceso a la verdad, a la justicia y a la reparación integral de las víctimas.



Jugar fútbol para ser una estrella en algún equipo profesional colombiano y ser “fichado” por un técnico extranjero y ganar así buen dinero, es el anhelo de muchos jóvenes afrodescendientes que habitan estas zonas costeras de Colombia, para sacar de la pobreza a sus familias.



Una de esos sectores es Buenaventura, en donde los muchachos viven rodeados de inmensas necesidades y falta de oportunidades.



Muchos han logrado ese sueño (como Willington Ortiz, Freddy Rincón, Carlos Darwin Quintero, Domingo “tumaco” González, Osman López y Jorge Salcedo), pero otros como estos doce jóvenes, no lograron ser como ellos, ya que la muerte les “jugó” una mala pasada.

Engañados

El 19 de abril de 2005, estos muchachos, entre los 17 y 23 años y residentes en Punta del Este, un humilde sector del Puerto de Buenaventura, fueron engañados por un grupo de paramilitares que les ofrecieron doscientos mil pesos por jugar un partido de fútbol.



Luego de tres días desaparecidos, los jóvenes Rubén, Pedro, Paulo, Alberto, Concepción, Mario, Iver, Carlos, Víctor, Javier, Jairo y Leonardo, aparecieron torturados y asesinados en una zona rural del Municipio de Dagua, ubicado a pocos kilómetros de Cali, la capital del Valle.



"El anhelo de él era criar su hija"

“Era un muchacho amable, respetuoso con sus hermanos. Querido en el barrio. Le gustaba compartir con la familia y le gustaba mucho el pescado y el marisco”. Así lo recuerda Silvia Cangá a su hijo Víctor Alfonso Angulo, de 19 años, asesinado junto con once amigos más ese abril de 2005.



“A ellos los llevaron a un paseo. Que iban a jugar un partido de fútbol en El Dagua y hasta ahí no sabemos más. Tres días duro desaparecido. Le quitaron su vida vilmente”.



Silvia, que al recordar a su hijo refleja una mirada triste, sostiene que a sus escasos 19 años, Víctor Alfonso era padre de una linda niña, que contaba con tres años cuando fue asesinado, y que él tenía el anhelo de criar.



Para Silvia Cangá, después de la muerte de su hijo y sus once amigos, no ha pasado nada.



“Hemos sido olvidados por todos. Nadie nos ha ayudado con nada. No ha pasado nada. Estamos como comenzamos. No sé quién mato a mi hijo. Si supiera no estaríamos como estamos”.



Silvia Cangá junto al resto de las madres de los doce jóvenes desaparecidos, torturados y asesinados el 19 de abril 2005, seguirán año tras año caminando en busca de justicia y verdad.

1 comentario:

  1. Hola Juan Carlos, lo cierto es que al leer noticias como estas se me queda un sabor de boca agridulce. Agrio porque no conocía (y esto nos pasa a un altísimo porcentaje de población colombiana) lo que pasa o deja de pasar con respecto a nuestra sociedad, quizá hemos estado tan acostumbrados al secretismo de todo lo que sucede de las oficinas para adentro en los gobiernos de nuestro país, que hemos optado por convertirnos en habitantes pasivos e ignorantes.

    Por otro lado se me queda un sabor muy dulce porque conocía muy pocos sitios como este acerca de esta preciosa ciudad que me vio nacer; es cierto que somos la octava maravilla del mundo como ciudad, amamos Cali, pero no podemos hacer ojos ciegos a unas realidades tan sangrantes y, tristemente, cotidianas que también ocurren en sus calles. Soy estudiantes de Dirección de Empresas en España, llevo muchos años fuera del país, pero no olvido ni por un instante el aroma caña de azúcar, polución y melaza.

    Gracias por este espacio, por amar la ciudad y por amar el periodismo.

    Un saludo,
    Fer!!

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