El drama de los familiares de las personas desaparecidas en el departamento del Valle del Cauca, al sur occidente de Colombia, cada día se torna más difícil, ya que siguen abandonadas, a su suerte y sin ningún tipo de apoyo.
En el municipio de Buenaventura, en la costa pacífica vallecaucana y a solo tres horas por carretera de Cali, la capital del Valle, no es nada fácil la situación que viven las esposas, hijos, madres y hermanas, de los pescadores que desde hace varios años se desconoce su paradero, la mayoría de los cuales dejaron entre cinco y ocho hijos.
Estas mujeres y niños y niñas afrodescendientes de la costa pacífica vallecaucana, quienes en su mayoría habitan en el sector de baja mar, en humildes casas elevadas en pilotes de madera, no solo viven la angustia de la ausencia de su ser querido, sino que viven rodeados de todo tipo de violencia (muerte, amenazas, violaciones) que imponen los grupos armados al margen de la ley, que tienen su propio régimen en esta zona en donde no entran ni las autoridades y menos el Estado.
Este es el caso de Marisol Congolino, una mujer afrodescendiente que desde el 28 de julio de 2010 vio por última vez a su esposo, José Blasmaría Gamboa López, que salió con un amigo rumbo a Cali, para arreglar unos motores diésel, y esta es la hora (dos años) que no ha regresado a su hogar, donde lo esperan cinco hijos (tres niñas y dos varones).
José, que iba a cumplir 45 años de edad antes de su desaparición, es un pescador experto en motores fuera de borda gracias a los estudios que hizo en el Sena (Servicio Nacional de Aprendizaje), hecho por el cual, según cuenta Marisol, se lo llevaron para Cali arreglar varios de ellos.
"La última conversación que tuve con él fue por teléfono en septiembre de ese año (2010). Le pregunté por qué se estaba demorando tanto y me respondió que apenas terminará el trabajo se venía. Le dije que en octubre era la confirmación de su hijo y qué si iba a estar y me dijo que con la ayuda de Dios estaría para esa fecha", recuerda Marisol.
Esta mujer, que al recordar esos momentos se le salen las lágrimas, añora los 22 años que llevaba conviviendo junto con José, con quien tuvo cinco hijos, dos de los cuales ya fallecieron y que tenía a cargo dos hijas más de otra mujer.
"Me tocó que entregar las dos niñas porque me quedaba difícil cuidarlas. Tenía que salir a buscar el transporte de mis hijos que estudiaban y para no dejarlas solas se las entregue a la mamá".
Marisol, recuerda que con su esposo planearon la celebración de los quince (15) años de la hija menor.
"Ella le da mucha nostalgia como no va estar el papá. A todos nos da bastante nostalgia porque no va estar él. Es un vacío muy grande en la familia. Siempre los muchachos, sea como sea, necesitan la figura paterna y más con dos hijos varones. Tengo problemas con el menor, porque quiere coger malos vicios. A uno solo de madre criar a unos hijos es difícil. El mayor tiene 22 años, el menor 17 y la niña que va a cumplir 15 años".
Esta mujer afrodescendiente, que reside junto con sus hijos en el Barrio San Francisco de Asís de la Comuna Siete (7) del municipio de Buenaventura, sostiene que en el entorno en donde ellos viven hay mucho peligro".
"Los muchachos que no son viciosos son rateros (ladrones) o se meten a X o Y grupo y las niñas desde pequeñas ya las violan, las sonsacan para que vayan a vivir con los tipos esos de los grupos al margen de la ley, entonces yo no quiero eso para mis hijos", recalca Marisol.
Los sueños no se concretaron
José es calificado por su esposa, como una persona muy sensible. Asegura que él era muy dedicado a su familia, que siempre fue responsable en su casa y se esmeraba muchos por sus hijos.
"Él siempre le pedía mucho a Dios que le diera larga vida para el criar a sus hijos, para él verlos unos profesionales y que juntos llegáramos a la vejez, pero con lo que ha sucedido ahora estos sueños no se han podido realizar y creo que no se puedan concretar porque ya dos años que va a cumplir de haberse desaparecido y a uno no le han dicho nada si él esta vivo o está muerto".
Marisol agrega que es muy difícil recordar los momentos buenos que compartió en familia con José.
"Íbamos al parque a recibir aire fresco, ha despejar un poco la mente. Celebrábamos los cumpleaños, el Día de la Madre y la fiesta del Padre con una comida. Ahora no se pueden vivir porque hace falta ese miembro principal de la familia. Es una cosa muy dura. Ahora no nos da ganas de salir a ninguna parte".
Para Marisol, ella vive porque la vida continúa y porque sus hijos le dan fortaleza.
"Ya que con él (José) no puedo cumplir el sueño, tengo que luchar por ver a mis hijos profesionales, de que sean unas buenas personas, así me toque tragarme mi dolor, porque es lo que todos los días hago. Yo duermo con una fotografía de José. Mis hijos me pregunta que por qué tengo esa foto y yo les digo que no me la toquen. Tiene un lugar muy especial. Esa foto de ahí no se me puede desaparecer, le insisto a mis hijos"
Marisol, con voz entrecortada, asegura que sea donde sea que él esté, él les va a dar fortaleza para seguir adelante y seguir luchando.
"Hay que tratar de cumplir el sueño que en familia teníamos. Al menos que mis hijos terminen sus estudios. El papá siempre les decía: mis padres no me dieron estudio y yo por eso me mato trabajando para que ustedes tengan estudio y salgan adelante y no pasen los trabajos que pasé".
(*) Fotos Amparo Vega Guzmán