domingo, 24 de agosto de 2014

BALAS PERDIDAS, VIDAS PERDIDAS, SUEÑOS PERDIDOS

Juan David Hurtado Valencia un adolescente de 14 años que soñaba trabajar para arreglar la casa donde vivía con su madre y sus dos hermanos, una “bala perdida” bañada en cianuro, no le permitió cumplir su sueño.

En el populoso sector del Distrito de Aguablanca, en el barrio Mojica Dos, al oriente de Cali, vivía Juan David, que encontró la muerte cuando esperaba a su mamá que llegara del trabajo.

Libia Patricia Valencia
“Él estaba esperándome. Yo llegaba de trabajar a las nueve de la noche. El estaba sentando en la cancha del barrio y tenía puestos audífonos escuchando música. Cerca de dónde él estaban unas personas discutiendo y de un momento a otro se armo la balacera y no se dio cuenta que un tiro venía para donde él. El disparo le rozo la cabeza hiriéndolo. Mi hijo llego al hospital vivo, pero luego murió. Allí se descubrió que bala que mató a mi hijo tenía cianuro”, así, Libia Patricia Valencia, narra la trágica muerte de su pequeño hijo Juan David.

Libia, que aún guarda los recortes de prensa con la noticia de que su hijo murió a causa de una bala con cianuro, recuerda que debido a la muerte de su hijo la situación a cambiado mucho en donde vive con sus otros dos hijos en el Distrito de Aguablanca, al cual llego procedente de la Nueva Floresta debido a la falta de recursos para poder seguir pagando el arriendo. Ahora paga más barato.

Libia Patricia Valencia
“El sector en donde vivía con mi hijo era una Frontera Invisible o Línea Imaginaria. Él no sabía que no podía estar ahí, pero era un muchacho muy confiado. Cuando yo llegue allí era imposible vivir. Cambio prácticamente desde que mi hijo murió. Ya se puede vivir. Antes no se podía. Esta muriendo mucho muchacho joven. Se oye más la cantidad de niños que de adultos morir. Mueren a diario. Existen otros barrios en donde la gente no puede pasar. Se matan entre ellos. Es horrible como los corretean y se corretean entre ellos con armas, pero como todo barrio entre tanta cantidad de muchachos malos, han cantidad de muchachos muy buenos, como mi Juan David”, sostiene Libia.

Juan David Hurtado Valencia, que cursaba octavo grado en un colegio del Distrito de Aguablanca, trabajaba en un supermercado llevando mercados, para ayudar a su madre.

“El día de su muerte, había llegado muy contento de trabajar porque le había ido muy bien. Soñaba con arreglar la casa en donde vivíamos. Antes de morirse decía que quería arreglarla. Que iba a trabajar para ayudarme. Pero no fue así. Nunca pensé que se fuera a morir”, sostiene Libia.

Para su madre, David era bien estudiado y juicioso, le gustaba el deporte, era hincha  como el papá del Deportivo Cali y veía mucho fútbol en la televisión. Era mujeriego, pero muy disimulado. Era jodido con su ropa, por eso la mantenía al día. Exigente con la comida. Le gustaba mucho el arroz con pollo, el sancocho y el jugo de tomate de árbol.

Libia Patricia Valencia
Ahora Libia no hace sino recordar los momentos felices junto a su hijo como la celebración del último cumpleaños: “El papá de Juan David siempre le llevaba a la casa una torta el día de su cumpleaños. A ellos los acostumbró a eso. Nos la comíamos con gaseosa. El se comía el pedazo más grande”.

Pese a que Libia asegura que ese disparo no era para su hijo Juan David, sino que era para otra persona, no quiso averiguar quien mato a su hijo con una bala que tenía cianuro, sino, como ella dice: “me hice la neutra”

Como este caso, son muchos los que a diario se conocen de jóvenes que mueren por balas perdidas o por cruzar Fronteras Invisibles o Líneas Imaginarias, especialmente, en las calles de los barrios del Oriente de Cali. 

Entre enero y el 16 agosto de 2014, se han registrado 910 muertes violentas en la ciudad.

Según el Comité Interinstitucional de hechos violentos de Cali, de ese total 792 han sido con arma de fuego.

De los 910 homicidios, 117 víctimas son menores de edad.

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