La historia que quiero contar hoy es ésta. Hace unos años, cuando trabajaba como periodista para el portal terra.com.co en Cali, recibí una llamada a la redacción -que en esa época quedaba en el Periódico El País- de una señora, que angustiada, me contó que su perrito –que había recogido de la calle, pero que lo quería como hijo bobo- se lo habían robado y que posteriormente se lo entregaron luego de dar una gruesa suma de dinero.
Increíble, pero cierto. Le secuestraron el perro y pidieron rescate por el “chandoso” ese.
Todavía recuerdo la reacción de mi jefe en Bogotá, cuando le conté que tenía una historia de no creer: “En Cali están secuestrando perros”.
De inmediato me aprobó la nota y me puse a la tarea de indagar sobre el curioso hecho. Fue así como hice la noticia, la cual fue publicada en Actualidad, en una sección llamada: El Mundo al revés, del Portal de terra.com.co el martes 2 de enero de 2001.
El relato que conmovió a muchos lectores fue el siguiente, aclarando que los nombres fueron cambiados por seguridad de las personas implicadas y del perro.
Lo que faltaba en Cali. Los perros en la mira de los secuestradores
En una cinematográfica acción, delincuentes en dos carros secuestraron en pleno centro de Cali a un perro de nombre “Morocho”, y exigieron la suma de cien mil pesos a su dueña.
Lo que faltaba. Además de secuestrar a niños, mujeres, ancianos, jóvenes, estudiantes y empresarios, ahora resulta que plagiar animales se volvió un negocio lucrativo en Cali.
Si, aunque usted no lo crea. Un perro de nombre “Morocho”, de raza “chan doberman” –como se les dice a los perros de poca monta- fue secuestrado en una cinematográfica acción, ante la mirada atónita de su ama.
Alrededor de las 5 de la tarde, doña “Rosinda” y “Morocho” salieron a dar su paseo diario en el Parque del Barrio Obrero –en pleno centro de Cali- cuando un taxi sin placas y con sus vidrios polarizados, se acerco raudamente hasta donde se encontraban los dos. Del vehículo descendieron dos hombres de color, quienes en forma sorpresiva le arrebataron el perro a doña Rosinda, quién atónita observó como se llevaban a su perro.
“Morocho”, que apenas acababa de salir de su encierro, en el que permanecía por miedo a ser robado, solo pudo gruñir ante la rápida acción de los secuestradores.
“Fue horrible. Por un momento pensé que era la perrera municipal, pero no fue así. Esos hombres casi me tumban por arrebatarme a mi “Morocho”. Me quedé de una sola pieza”, manifestó doña Rosinda.
Pero, trascurridas solamente unas horas y cuando los vecinos se arremolinaban en la casa en donde vivía “Morocho”, para enterarse de lo sucedido, los secuestradores comenzaron con las exigencias para su liberación.
Vía telefónica los delincuentes pidieron cien mil pesos por el rescate de “Morocho”. Dinero que en un principio no fue aceptado por la dueña del animal.
Doña Rosinda, desesperada al ver que no podía conseguir el dinero, les propuso a los maleantes pagarles solamente 40 mil pesos por su liberación. En ese momento la familia de “Morocho” sintió lo que padecen los familiares de las 2.754 personas que han sido secuestradas en este año en Colombia.
Doña Rosinda no dio aviso a las autoridades. “Me daba pánico que le pasara algo si la Policía o el Gaula intentaran rescatarlo”, comento la desesperada dama.
Al ver que no había otra opción, los secuestradores aceptaron el pago, pero lo exigieron que tenía que pagar la carrera del taxi en el cual sería transportado “Morocho”.
Para la entrega del dinero, doña Rosinda le pidió el favor a su mejor amigo, el lechero Erminson Calero para que la acompañara hasta el Parque, en donde se haría la negociación. Allí –cerca de la iglesia Jesús Obrero- impaciente con el collar en la mano, esperaba la llegada del taxi.
Un Daewoo modelo 97, se acercó lentamente al lugar donde se encontraba Rosinda y Erminson. En una de las ventanas del vehículo dejo ver la trompa “Morocho”, quien al ver a su ama, ladro incesantemente, como si no la hubiera visto durante mucho tiempo.
Doña Rosinda, nerviosamente se acercó a la ventana del taxi y sin mediar palabra estiró la mano con el dinero, el cual fue recibido por uno de los secuestradores, quienes de inmediato abrieron la puerta y dejaron libre a “Morocho”.
Sin pensarlo dos veces, el animal se abalanzó en cima de doña Rosinda, que no vacilo en abrazarlo y decirle cosas como si se tratara de un ser humano.
Mientras eso ocurría, en la casa de doña Rosinda, se preparaba una recepción como nunca se había hecho. Para “Morocho” se compro un menú compuesto por cinco latas de purina, tres huesos de carne y una tasa de agua. Además, su antigua cama, compuesta por un trapo viejo, fue cambiada por una cama pequeña de algodón y trasladada del frío patio a la pieza de Rosinda.
Así, el secuestro de “Morocho” se convirtió en un suceso en el Barrio Obrero y ya se habla de construirle un monumento en su nombre, por convertirse en el primer perro en Cali en ser secuestrado y liberado sano y salvo.
Capital del Valle y ubicada al Sur de Colombia, Cali es una ciudad en donde se mezclan culturas y etnias que la hacen única en el mundo. Cuna de los mejores bailarines de salsa del mundo, las mujeres más hermosas de Colombia y el único lugar de la tierra en donde se come pandebono, chontaduro con sal y miel, cholado y champús, vive paralelamente una violencia desmedida que retrato en el Blog.
miércoles, 30 de junio de 2010
lunes, 21 de junio de 2010
Varios extranjeros llegan a Cali en busca de niñas “unidad sellada”, es decir, vírgenes
Es una noche fría. Por esta época del año (junio) Cali, la Capital del Valle, vive días de lluvia y sol. Abordo un taxi. Son las 10:05 de la noche. Estoy al Oeste de la ciudad.
Le digo al conductor que me lleve a mi apartamento, ubicado al Norte y que utilice la Avenida Sexta, para evitar el desvió ubicado en la Carrera Primera con Calle 21, por parte de la Policía, que trata de evitar un nuevo atentado terrorista de las milicias de las Farc, contra la sede del Comando de la Policía Metropolitana de Cali, que años atrás un carro bomba destruyó.
Durante el trayecto, el radio teléfono no deja de sonar. La voz de una mujer lee rápidamente direcciones que en segundo son atendidas por otros conductores que con claves -que solo ellos conocen- aseguran la carrera, es decir, el servicio.
El conductor, un hombre de pelo indio, blanco, bigote y un rostro que dibuja las largas jornadas de trabajo, me mira por el espejo retrovisor, adornado por varios escapularios, y me pregunta: ¿Sale de trabajar? “Si. Un día relativamente tranquilo, pero con mucho trabajo”. Le contesto. ¿Y qué tal el trabajo hoy? Le pregunto. “Ha estado bueno. Con el pago de la prima la gente esta saliendo. Hay movimiento”. Me contesta.
La luz roja de un semáforo nos impide seguir el camino. Estamos en una de las esquinas de rumba en Cali. La Avenida Sexta. La música se escucha por lado y lado. Salsa, vallenato y merengue sale de pintorescos sitios en donde los meseros –vestidos de negro- salen a los andenes a motivar a las mujeres, hombres o parejas que transitan por este sector, a que ingresen a “rumbear”, como se dice en Cali y conocida en Colombia y el mundo como la “Capital de la Salsa”.
Mientras esperamos que el semáforo cambie a verde, se cruza frente a nosotros una joven -no mayor de 18 años- vistiendo una blusa blanca y Jean azul descaderado, que deja ver su ombligo, una pequeña cintura y un hilo blanco, de lo que parece ser su diminuta ropa interior.
Al cruzar, llega donde un vendedor ambulante, compra un cigarrillo, lo prende y se queda allí, observando a cada uno de los vehículos que espera el cambio de luz, como esperando a que alguien la llame.
Ya en camino, el conductor me dice que esas son “niñas” que salen a las calles de “rebusque” de clientes en especial con carro o extranjeros.
¿De extranjeros. Cómo así? Le pregunto. “En este medio en que trabajo uno ve, escucha y le pregunta muchas cosas. A uno le sale gente: Ve, vos no sabes de una parte en donde podamos conseguir niñas más que todo. Sardinitas. Un pasajero me ofreció 500 mil pesos si le conseguía una niña `Unidad Sellada´, es decir Señorita o Virgen. Yo no sé, pero tengo quién se la consigue. Le dije”.
Como si se tratará de algo muy normal, el taxista me cuenta que tiene unos clientes españoles e italianos que cada vez que viene a Cali lo ubican y él llama la persona que ubica las niñas, de 14, 15 y 16 años, y salen con ellos, se ganan su billete y él se gana su platica.
“Aquí en Cali hay sitios en donde trabajan niñas, sardinitas. Hay casas de negocios que son reservados. Usted queda sano. Entra sin problemas y listo”.
En otra luz roja de un semáforo, ubicado esta vez al frente de la Avenida Tercera con 44, ya en el Norte, el conductor del taxi me hablo de un caso de varias niñas de un colegio.
Ya en marcha me cuenta.
“Hace dos meses en el Ingenio, que es un sector de estrato alto al sur de Cali, cinco niñas con uniforme de colegio me colocaron la mano a eso de las 3 y 30 de la tarde, luego de bajar de un bus. Una vez en el taxi me pidieron que si podían cambiarse de ropa. A lo cual dije que no había problema. La niña que iba en el puesto al lado mío se bajo la falta, me mostró los “cucos” y con esa ropa taparon las ventanas. Una vez cambiadas le sonó el celular a una de ellas y concretaron un servicio con unos italianos, que según ellas, pagaban buena plata”.
Pero ahí no para la historia. Ya casi llegando a mi apartamento el conductor me dijo que luego de la llamada del italiano, a una de las “colegialas” la llamo un americano.
“La que recibió la llamada dijo. Este paga en dólares. Vamos mejor para allá. Las lleve y cuando llegue el tipo me pago 100 mil pesos por la carrera. Me pidieron que las recogiera en dos horas. A las dos horas volví, pero al americano bajo y me dijo: tú esperar ahí. Y me regalo 50 mil pesos. Luego las recogí como a las 9 de la noche”. Una venía con 1.300 dólares y la que menos traía tenía 800 dólares. Imagínese pues”.
Al preguntarle que si Cali se podría catalogar como una ciudad utilizada para turismo sexual infantil, el taxista me dijo: “le voy a decir una cosa. Cali de día es una ciudad, de noche una Metrópoli. Usted ve de noche cosas que nunca las ha llegado a ver durante el día. Así de sencillo. ¿Cómo la ve?
Llegamos. Ya son las 10:35 de la noche. La carrera tiene un costo de 8.900 pesos. El frío es más fuerte. El cielo esta blanco. Se avecina lluvia. Me despido del taxista y le digo gracias por la información. El taxista me desea una feliz noche y se aleja.
Le digo al conductor que me lleve a mi apartamento, ubicado al Norte y que utilice la Avenida Sexta, para evitar el desvió ubicado en la Carrera Primera con Calle 21, por parte de la Policía, que trata de evitar un nuevo atentado terrorista de las milicias de las Farc, contra la sede del Comando de la Policía Metropolitana de Cali, que años atrás un carro bomba destruyó.
Durante el trayecto, el radio teléfono no deja de sonar. La voz de una mujer lee rápidamente direcciones que en segundo son atendidas por otros conductores que con claves -que solo ellos conocen- aseguran la carrera, es decir, el servicio.
El conductor, un hombre de pelo indio, blanco, bigote y un rostro que dibuja las largas jornadas de trabajo, me mira por el espejo retrovisor, adornado por varios escapularios, y me pregunta: ¿Sale de trabajar? “Si. Un día relativamente tranquilo, pero con mucho trabajo”. Le contesto. ¿Y qué tal el trabajo hoy? Le pregunto. “Ha estado bueno. Con el pago de la prima la gente esta saliendo. Hay movimiento”. Me contesta.
La luz roja de un semáforo nos impide seguir el camino. Estamos en una de las esquinas de rumba en Cali. La Avenida Sexta. La música se escucha por lado y lado. Salsa, vallenato y merengue sale de pintorescos sitios en donde los meseros –vestidos de negro- salen a los andenes a motivar a las mujeres, hombres o parejas que transitan por este sector, a que ingresen a “rumbear”, como se dice en Cali y conocida en Colombia y el mundo como la “Capital de la Salsa”.
Mientras esperamos que el semáforo cambie a verde, se cruza frente a nosotros una joven -no mayor de 18 años- vistiendo una blusa blanca y Jean azul descaderado, que deja ver su ombligo, una pequeña cintura y un hilo blanco, de lo que parece ser su diminuta ropa interior.
Al cruzar, llega donde un vendedor ambulante, compra un cigarrillo, lo prende y se queda allí, observando a cada uno de los vehículos que espera el cambio de luz, como esperando a que alguien la llame.
Ya en camino, el conductor me dice que esas son “niñas” que salen a las calles de “rebusque” de clientes en especial con carro o extranjeros.
¿De extranjeros. Cómo así? Le pregunto. “En este medio en que trabajo uno ve, escucha y le pregunta muchas cosas. A uno le sale gente: Ve, vos no sabes de una parte en donde podamos conseguir niñas más que todo. Sardinitas. Un pasajero me ofreció 500 mil pesos si le conseguía una niña `Unidad Sellada´, es decir Señorita o Virgen. Yo no sé, pero tengo quién se la consigue. Le dije”.
Como si se tratará de algo muy normal, el taxista me cuenta que tiene unos clientes españoles e italianos que cada vez que viene a Cali lo ubican y él llama la persona que ubica las niñas, de 14, 15 y 16 años, y salen con ellos, se ganan su billete y él se gana su platica.
“Aquí en Cali hay sitios en donde trabajan niñas, sardinitas. Hay casas de negocios que son reservados. Usted queda sano. Entra sin problemas y listo”.
En otra luz roja de un semáforo, ubicado esta vez al frente de la Avenida Tercera con 44, ya en el Norte, el conductor del taxi me hablo de un caso de varias niñas de un colegio.
Ya en marcha me cuenta.
“Hace dos meses en el Ingenio, que es un sector de estrato alto al sur de Cali, cinco niñas con uniforme de colegio me colocaron la mano a eso de las 3 y 30 de la tarde, luego de bajar de un bus. Una vez en el taxi me pidieron que si podían cambiarse de ropa. A lo cual dije que no había problema. La niña que iba en el puesto al lado mío se bajo la falta, me mostró los “cucos” y con esa ropa taparon las ventanas. Una vez cambiadas le sonó el celular a una de ellas y concretaron un servicio con unos italianos, que según ellas, pagaban buena plata”.
Pero ahí no para la historia. Ya casi llegando a mi apartamento el conductor me dijo que luego de la llamada del italiano, a una de las “colegialas” la llamo un americano.
“La que recibió la llamada dijo. Este paga en dólares. Vamos mejor para allá. Las lleve y cuando llegue el tipo me pago 100 mil pesos por la carrera. Me pidieron que las recogiera en dos horas. A las dos horas volví, pero al americano bajo y me dijo: tú esperar ahí. Y me regalo 50 mil pesos. Luego las recogí como a las 9 de la noche”. Una venía con 1.300 dólares y la que menos traía tenía 800 dólares. Imagínese pues”.
Al preguntarle que si Cali se podría catalogar como una ciudad utilizada para turismo sexual infantil, el taxista me dijo: “le voy a decir una cosa. Cali de día es una ciudad, de noche una Metrópoli. Usted ve de noche cosas que nunca las ha llegado a ver durante el día. Así de sencillo. ¿Cómo la ve?
Llegamos. Ya son las 10:35 de la noche. La carrera tiene un costo de 8.900 pesos. El frío es más fuerte. El cielo esta blanco. Se avecina lluvia. Me despido del taxista y le digo gracias por la información. El taxista me desea una feliz noche y se aleja.
jueves, 10 de junio de 2010
"Piedra, bala, cuchillo y machete, es el pan de cada día entre pandillas en Cali" (III)
Padre de tres hijos, amante del Rap y experto peluquero, Edison Caicedo de 34 años, era un integrante de la Pandilla “Los de la U”, del Barrio El Vergel, al Oriente de Cali, que luego de soportar abusos por parte de sus amigos de cuadra y del colegio, a raíz de una discapacidad en una de sus piernas, se vio obligado a ingresar a ella para que lo respetaran.
“El Chuco” o “Chucorap”, como se le conocía en la pandilla, relata que cuando tenía 14 años, no lo dejaban jugar fútbol, porque a todo momento le quitaban el balón y la pelota.
“A mi se me daño la mente y me llene de odio aún más, cuando mataron a un amigo coreógrafo varios encapuchados del mismo barrio, cuando empecé a cantar Rap con él. Yo los decía que algún día iba a crecer y que cuando me operara la pierna los iba a picar”.
Aunque no me confirmó si cumplió con la amenaza, si me reveló que a punta de machete –uno que su padre tenía guardado detrás de la puerta para defenderse de los ladrones- se hizo respetar de sus amigos de barrio.
Precisamente, en El Vergel, sector en donde se crió, se enfrentaban casi todos los días con otras pandillas como los de “El Hueco”, “Lecheros” y “Carrangueros”, entre otras, por defender su territorio de robos de zapatillas.
“A diario había piedra, bala, cuchillo y machete. Era el pan de cada día”.
Durante estos enfrentamientos, cuenta Edison, que mucha gente murió por balas perdidas.
“La pandilla nunca mato a gente de otras pandillas, pero si llego a caer inocentes por disparos que nosotros hacíamos”.
Edison, reconocido por hacer cortes americanos, con dibujos y barbas especiales, en su peluquería del Distrito de Aguablanca, me reveló que durante su permanencia en “Los de la U”, utilizaba una pistola Petroberetta de 18 tiros, la cual era de un trabajador de la antigua empresa de Aseo de Cali, Emsirva, que la dejaba guardada cuando se iba a laborar.
Luego de más 10 años en la pandilla, en donde consumió mucha droga -con la cual escribió canciones- dos hechos le hicieron recapacitar y dejar a un lado esa vida que llevaba desde los 14 años.
“Yo me mantenía desde las seis de la mañana hasta las once de la noche fumando en una cuadra que tiene forma de U –de donde salió el nombre de la pandilla- y un día llegó mi hijito pequeño a buscarme y desnudo. Fue terrible ese momento. Pero otro día, cuando llegue a la casa, mi hija me pregunto: papi usted porque vuele tan feo y tiene los ojos rojos”. Esos dos momentos hicieron que cambiara radicalmente mi vida”.
Ahora, Edison Caicedo –uno de los dos únicos sobrevivientes de la pandilla, de 40 que la componían- esta entregado a Dios y trabajando como coordinador de un Centro de escucha en la Comuna 21, dentro del Programa Cali sin Pandillas que adelanta la Universidad Santiago de Cali y la Alcaldía de Cali.
“El Chuco” o “Chucorap”, como se le conocía en la pandilla, relata que cuando tenía 14 años, no lo dejaban jugar fútbol, porque a todo momento le quitaban el balón y la pelota.
“A mi se me daño la mente y me llene de odio aún más, cuando mataron a un amigo coreógrafo varios encapuchados del mismo barrio, cuando empecé a cantar Rap con él. Yo los decía que algún día iba a crecer y que cuando me operara la pierna los iba a picar”.
Aunque no me confirmó si cumplió con la amenaza, si me reveló que a punta de machete –uno que su padre tenía guardado detrás de la puerta para defenderse de los ladrones- se hizo respetar de sus amigos de barrio.
Precisamente, en El Vergel, sector en donde se crió, se enfrentaban casi todos los días con otras pandillas como los de “El Hueco”, “Lecheros” y “Carrangueros”, entre otras, por defender su territorio de robos de zapatillas.
“A diario había piedra, bala, cuchillo y machete. Era el pan de cada día”.
Durante estos enfrentamientos, cuenta Edison, que mucha gente murió por balas perdidas.
“La pandilla nunca mato a gente de otras pandillas, pero si llego a caer inocentes por disparos que nosotros hacíamos”.
Edison, reconocido por hacer cortes americanos, con dibujos y barbas especiales, en su peluquería del Distrito de Aguablanca, me reveló que durante su permanencia en “Los de la U”, utilizaba una pistola Petroberetta de 18 tiros, la cual era de un trabajador de la antigua empresa de Aseo de Cali, Emsirva, que la dejaba guardada cuando se iba a laborar.
Luego de más 10 años en la pandilla, en donde consumió mucha droga -con la cual escribió canciones- dos hechos le hicieron recapacitar y dejar a un lado esa vida que llevaba desde los 14 años.
“Yo me mantenía desde las seis de la mañana hasta las once de la noche fumando en una cuadra que tiene forma de U –de donde salió el nombre de la pandilla- y un día llegó mi hijito pequeño a buscarme y desnudo. Fue terrible ese momento. Pero otro día, cuando llegue a la casa, mi hija me pregunto: papi usted porque vuele tan feo y tiene los ojos rojos”. Esos dos momentos hicieron que cambiara radicalmente mi vida”.
Ahora, Edison Caicedo –uno de los dos únicos sobrevivientes de la pandilla, de 40 que la componían- esta entregado a Dios y trabajando como coordinador de un Centro de escucha en la Comuna 21, dentro del Programa Cali sin Pandillas que adelanta la Universidad Santiago de Cali y la Alcaldía de Cali.
miércoles, 9 de junio de 2010
“Me da vergüenza como caleño, reconocer que Cali esta poblada de pandillas” (III)
Bachiller del Colegio Santa Isabel de Hungría y con 31 años, Juan Carlos Baloy Ramos, alias “Baloy”, se muestra avergonzado como caleño, tener que reconocer que la Capital del Valle esta poblado de pandillas.
“Por dónde usted quiera hay pandillas. No solo existen en los estratos bajos, sino en los altos”.
Este afrodescendiente, que luce un “corte cola de caballo” convive con la violencia desde los 10 años y fue más evidente cuando a los 14 años vió como mataron a su hermano.
“Por ahí se fue desarrollando una degradante violencia. El mismo medio y contexto lo va envolviendo. Todo esta relacionado con el espacio en donde uno se encuentra”.
Juan Carlos Baloy, que estuvo en varias pandillas del Oriente de Cali, especialmente de Alfonso López, dice que pese a tener una visión contraria a la violencia, si robó, hirió y mató gente.
“Lo hice con la ´excusitis´ de venganzas. Simples bobadas lo lleva a uno a cometer estos delitos. Yo no sé que repercusión vaya a tener esto que estoy diciendo, pero lo hice”.
Juan Carlos, que ahora esta entregado las 24 horas a una Fundación, para crear su propio negocio con otros ex pandilleros, dice que durante su permanencia en las pandillas, trato de no ser un “violentor” y ser “adverso” a la violencia, como él lo asegura.
“Yo empuñe armas blancas y de fuego. Consumí perico (cocaína) y probé Marihuana. Pero, ahora nada de eso existe en mi vida. Siento un cambio de opinión, de palabra y de acción”.
“Por dónde usted quiera hay pandillas. No solo existen en los estratos bajos, sino en los altos”.
Este afrodescendiente, que luce un “corte cola de caballo” convive con la violencia desde los 10 años y fue más evidente cuando a los 14 años vió como mataron a su hermano.
“Por ahí se fue desarrollando una degradante violencia. El mismo medio y contexto lo va envolviendo. Todo esta relacionado con el espacio en donde uno se encuentra”.
Juan Carlos Baloy, que estuvo en varias pandillas del Oriente de Cali, especialmente de Alfonso López, dice que pese a tener una visión contraria a la violencia, si robó, hirió y mató gente.
“Lo hice con la ´excusitis´ de venganzas. Simples bobadas lo lleva a uno a cometer estos delitos. Yo no sé que repercusión vaya a tener esto que estoy diciendo, pero lo hice”.
Juan Carlos, que ahora esta entregado las 24 horas a una Fundación, para crear su propio negocio con otros ex pandilleros, dice que durante su permanencia en las pandillas, trato de no ser un “violentor” y ser “adverso” a la violencia, como él lo asegura.
“Yo empuñe armas blancas y de fuego. Consumí perico (cocaína) y probé Marihuana. Pero, ahora nada de eso existe en mi vida. Siento un cambio de opinión, de palabra y de acción”.
martes, 8 de junio de 2010
En Cali, pandillas consiguen armas hechizas desde $90 mil y revolver original a $550 mil (II)
Después de ocho años de estar robando en los buses, de hacerle daño a los "pelaos" del Colegio en donde estudiaba, de enfrentarse a pandillas y matar a un "patrón" de una oficina de cobro, así como a varios hombres en el sector de Pizamos Uno, al Oriente de la Capital del Valle, Antony Daza Valoy, un joven de tan solo 21 años -que refleja en su rostro mucha más edad- dejó las armas a un lado, para buscar honradamente dinero y hacer realidad su sueño de comprar una casa y un carro.
La historia de este joven, que tiene un hijo de tres años, se remonta cuando tenía 14 años, en donde con otros "niños" de 15, 16 y 17 años, integraban una pandilla al Oriente de la ciudad que robaban el dinero a los conductores de los buses de servicio público.
Pese a que en uno de esos atracos, fue detenido y estuvo ocho meses detenido en el Centro de Rehabilitación Valle del Lili, en donde son remitidos los menores infractores de Cali, siguió en sus andanzas hasta llegar a matar.
Para "Yin", como se le conocía en la pandilla, conseguir un arma en Cali es muy fácil, después de que haya dinero.
Según el ex pandillero, armas "hechizas” se consiguen a 90 mil pesos, un “Changón” a 70 u 80 mil pesos y un “Revolver” original desde 550 mil a 800 mil pesos.
Fue así como consiguió una pacha –un arma hechiza de dos cañones- y empezó a matar luego de ser contratado por una oficina de cobro para realizar “ajustes de cuentas”, por 800 mil pesos.
Antony Daza, que se gastaba la plata de la “vuelta” en ropa y rumba en Juanchito -sitio en donde la rumba es hasta el amanecer- estuvo a punto de ser asesinado por el mismo “Patrón” que los contrataba.
“Tres pelaos de la pandilla y yo, nos adelantamos y lo matamos”.
La historia de este joven, que tiene un hijo de tres años, se remonta cuando tenía 14 años, en donde con otros "niños" de 15, 16 y 17 años, integraban una pandilla al Oriente de la ciudad que robaban el dinero a los conductores de los buses de servicio público.
Pese a que en uno de esos atracos, fue detenido y estuvo ocho meses detenido en el Centro de Rehabilitación Valle del Lili, en donde son remitidos los menores infractores de Cali, siguió en sus andanzas hasta llegar a matar.
Para "Yin", como se le conocía en la pandilla, conseguir un arma en Cali es muy fácil, después de que haya dinero.
Según el ex pandillero, armas "hechizas” se consiguen a 90 mil pesos, un “Changón” a 70 u 80 mil pesos y un “Revolver” original desde 550 mil a 800 mil pesos.
Fue así como consiguió una pacha –un arma hechiza de dos cañones- y empezó a matar luego de ser contratado por una oficina de cobro para realizar “ajustes de cuentas”, por 800 mil pesos.
Antony Daza, que se gastaba la plata de la “vuelta” en ropa y rumba en Juanchito -sitio en donde la rumba es hasta el amanecer- estuvo a punto de ser asesinado por el mismo “Patrón” que los contrataba.
“Tres pelaos de la pandilla y yo, nos adelantamos y lo matamos”.
domingo, 6 de junio de 2010
“Medio millón y un millón de pesos cobran las pandillas en Cali por matar" (I)
“Desde los 14 años yo robaba, hurtaba y mataba. Vivía de mi fierro, un 38, que lo conseguí a punto de hurto. Me costo 650 mil pesos. Yo mate, pero no herí a nadie. En la pandilla a diario robábamos motos, ciclas, buses y a veces salían flechos a matar gente y todo eso lo hacíamos”.
Es el relato de un joven, que con letras tatuadas en varios de sus dedos de la mano izquierda, una mirada penetrante, una cara larga, una barba a medio empezar y un piercing en su oreja izquierda, estuvo nueve años como integrante de la pandilla “Los Saavedra” que delinquían en el sector de la Comuna 7, en el Jarillón de Alfonso López, al Oriente de Cali.
Este joven, que hoy tiene 24 años y en la actualidad se dedica a criar pollos y marranos en un proyecto de la Universidad Santiago de Cali y la Alcaldía Municipal, y a estar junto a sus dos hijas de 4 y 9 años, es uno de los cuatro ex pandilleros que entreviste para conocer cómo se vive en estos grupos, a quienes se le atribuyen buena parte del espiral de violencia que se vive a diario en las calles de Cali.
Con una gorra que cubre su escaso cabello, vistiendo una camiseta azul con estampados blancos y un pantalón gris, este joven relata que la pandilla que integraba “Los Saavedra”, delinquía en la parte baja de Alfonso López, pero los homicidios los hacían en los barrios en donde nos mandaban. A uno le pagaban dependiendo del cliente. Un millón o medio millón de pesos”.
Según este ex pandillero -que al inicio de la entrevista tuvo temor de contar su historia- había más de uno que consumía droga, en especial “pepitas” o perico (cocaína) para relajarse y hacer la gestión.
“Yo me tomaba mi ruedita de ves en cuando. Una pepa de Roche (Ribotril). Es buena en el momento que uno va hacer eso. Con una sola, uno se siente tranquilo. Es decir, se le alborota el otro lado que uno tiene. Pero con dos o tres pepitas ya no había control, porque uno se entrega, ya no puede correr y nada”.
El ex pandillero, que hace un año se retiró del grupo "Los Saavedra", sostiene que es demasiado fácil conseguir armas en Cali y que hay muchas pandillas en la ciudad.
“Por ejemplo por mi casa, en cuatro cuadras, hay cuatro pandillas y cada una dirige una cuadra. Imagínese no más ahí.”
Este joven, que estudió hasta noveno grado en el colegio Vicente Borrero Costa, asegura que de los cerca de 30 compañeros que hacían parte de la pandilla “Los Saavedra”, vio morir unos 15.
“Yo me retiré porque eso ya no era vida. Ya en lo último teníamos enemigos. Ya no podíamos mirar al lado izquierdo, ni derecho y menos al frente. Todos eran enemigos. Eso no era vida. Ya no podíamos salir con nuestros hijos a la calle”.
“Ahora estamos criando pollos y marranos. Es mucha la diferencia, porque ya la comunidad que nos rechazaba, nos apoya. Antes nos veían y se entraban corriendo y ahora nos llaman y dialogan con nosotros”.
Este joven, que se refugia criando pollos y marranos, como la única salida a esos nueve años de violencia, hace parte del programa “Cali sin pandillas”, que viene realizando la Alcaldía de Cali, con el objetivo de impactar a 800 jóvenes entre los 14 y 26 años integrantes de pandillas o en situación vulnerable al problema de la violencia.
Para tal fin se ubicaron 50 grupos de jóvenes pandilleros, quienes fueron encuestados y con los datos obtenidos se ofrecieron distintas modalidades de capacitación para crear empresa. De los 50 grupos, 35 se encuentran actualmente trabajando y el resto manifestaron que no les interesaba hacer parte del proyecto. Es decir, quieren seguir inmersos en las pandillas.
Cali, sitiada por 85 pandillas
Mientras varios sectores de Cali disfrutan del Cuarto Festival Internacional de Ballet, de la exposición Bodies y de Camila, la muñeca gigante de 1.75 metros de estatura, en otros lugares de la Capital del Valle la “guerra” entre pandillas es el centro de atención.
A los enfrentamientos con piedras y armas blancas entre estudiantes de colegios y pandillas que se registró la noche del jueves 3 de Junio en el Barrio Mariano Ramos y que ya dejan tres muertos, se sumó la muerte este puente festivo (del 4 al 7 de Junio), cuatro jóvenes a manos de pandillas. Un adolescente de 15 años y tres de 22,24 y 25 años, así como de un estudiante de 18 años.
Según el reporte entregado por la Policía Metropolitana de Cali, fueron asesinados por retaliaciones entre pandillas, Lisandro Escobar Ante, de 22 años, en Villa del Lago, un menor de 15 años y otro de 24, identificado como Octavio Espinoza Torrejan, en el Barrio El Retiro y en Comuneros fue muerto el desmovilizado Alexander Hurtado Landazuri, de 25 años, todos con armas de fuego.
Así mismo, se reportó la muerte de dos disparos en el Barrio San Vicente, de Jordy Morales Niño, un estudiante de 18 años, cuando pretendía hurtar.
Ante esta situación, me puse a la tarea de averiguar con el Observatorio Social de la Alcaldía de Cali, cuál es la situación de las pandillas en Cali y me encontré, primero que en Cali existen 85 agrupaciones pandilleras identificadas, integradas por 905 jóvenes entre los 9 y 25 años y segundo que solo en el primer trimestre del 2010 (Enero-Marzo), se le atribuyen 47 casos de homicidios a estos jóvenes, en donde el común denominador fue el arma de fuego (44 fueron cometidos bajo esta modalidad y tres con arma cortopunzante).
Pero aún más preocupante fue hallar que de los 47 homicidios, 23 fueron cometidos contra jóvenes entre los 18 y 26 años; 14 contra adolescentes entre los 14 y 17 años y dos entre los 7 y 13 años. Conclusión: los jóvenes se están matando entre sí.
Los diez primeros barrios de Cali, según el número de homicidios atribuidos a pandillas entre el Primero de Enero y el 31 de Marzo del 2010, lo lidera Mojica, ubicado en la Comuna 15, seguido de Potrero Grande, El Poblado II, El Retiro, El Vergel, Pizamos I, José Manuel Marroquín I Etapa, Unión de Vivienda Popular, Rodrigo Lara Bonilla y Siloé.
Según la relación de las pandillas que se encuentran implicadas como agresores, occisos y amenazas durante los tres primeros meses del 2010 en Cali, figuran “El Platanal”, ubicada en el Barrio Calima; “La 40” en León 13, San Benito y Villanueva; “Jefferson” en el Sindical; “Charco Azul” en Cinta Sardi; “Los Godines” en El Diamante; “Los Maniceros” en El Vergel; “La Calle del Vicio” en el sector de Rodrigo Lara; “Los buenaventureños” en Marroquín; “Los Pirzi” en Ciudad Córdoba; “Los Jaimiquinos” en El Retiro; “Los Bonice”, “La Ponceña” y “Los Ocho” en el barrio Los Comuneros I Etapa; “Los Almendros” en Mojica; “Los Lambert”, “El Hueco” y “Los Ocho” en Mariano Ramos; “Los Taini” en el sector de la Unión de Vivienda Popular; “Pandilla sector Las Minas” en Meléndez; “La ZR” en Cañaveralejo; “El Hueco de la Sultana” en Lleras Camargo; “La Mina” en Tierra Blanca; “El Humo” en Desepaz; “Los Bocato” en Pizamos I Etapa; “La 7” en Potrero Grande y “Los Saavedra” en Alfonso López I Etapa.
Pese a que el campo de acción de la pandilla no es claro, se ha logrado detectar que el mayor numero de pandillas esta concentrado en la comuna 20 donde se identifican 23 agrupaciones.
En las comunas 13, 14, 15 denominadas en su conjunto “Distrito de Aguablanca” se identifican 28 pandillas; siendo la comuna 13 el lugar de mayor concentración con un numero de 14 agrupaciones, siguiéndola la comuna 15 donde se reconocen 9 agrupaciones y 7 en la comuna 14.
De la misma manera, en la comuna 4 se ubican 9 pandillas al igual que en la comuna 7.
En menor número están las pandillas ubicadas en comuna 16 donde se encuentran 7 pandillas, al igual que en la comuna 1 y 3, identificando 4 pandillas en cada comuna.
Los barrios donde mayor numero de pandillas se encuentran registradas están es Siloé con un total de 7 pandillas, la sigue el barrio Mojica con 6. Igualmente se registran un número considerable de pandillas en Mariano Ramos donde se ubican 3 pandillas y el sector del centro, especialmente en el barrio Sucre donde se registra la ubicación de 3 pandillas.
Las 85 agrupaciones pandilleras existente en Cali, tienen como forma de operar los homicidios, atracos a transeúntes, los hurtos a motoristas y residencias, el expendio de alucinógenos y la comercialización de armas, entre otros. Las peleas por el territorio son constantes, y se considera que algunos de estos grupos se han convertido en bandas delincuenciales organizadas.
Cronología homicidios de pandillas
Entre los años 2003 y 2007 en Cali ocurrieron 492 homicidios atribuidos a pandillas, que corresponde al 6% del total de homicidios en la ciudad (8923 casos).
La distribución por años del hecho muestra que en el 2004 se registro el mayor numero de homicidios por pandillas, 32% del total de hechos; no obstante en los años siguientes los homicidios se reducieron a mas de la mitad, registrándose en el 2005 el 14% y en el 2006 el 15% del total de hechos.
Sin embargo en el año 2007 se aumenta nuevamente este tipo de homicidios con 123 hechos. El promedio de homicidios atribuidos a pandillas por año es de 98 casos.
En cuanto al mes del hecho, el mayor número de homicidios por pandillas entre el 2003y 2007 se cometieron en los meses Julio con 56 hechos que corresponden al 11%, seguido de Enero con el 10,3% y Diciembre con el 9,9%. Marzo es el mes donde se presentan menos homicidios por pandillas. El mes de Julio del año 2004 es el que mas registro homicidios por pandillas entre estos años, presentándose 22 hechos. Los Meses Abril y Junio del año 2003 fueron los únicos donde no se registraron homicidios en estos años. El promedio mensual de homicidios por pandillas es de 8.
El 29% de los homicidios sucedieron los domingos siendo este el día donde se registraron el mayor número de casos, duplicando el número de hechos presentados el día sábado, como el segundo día con mayor intensidad de homicidios con un 14% del total de hechos. El 53% de los casos sucedieron los fines de semana (viernes, sábado y domingo). Los días domingos del mes de Noviembre son los que registraron mas hechos, con 19 homicidios. Los primeros de Enero fueron los días en que mas se cometieron homicidios por jóvenes pandilleros, registrándose 10 casos entre el 2003 y 2007.
El 27% de los hechos sucedieron entre las 6p.m. y las 9p.m., siendo estas las horas donde se registran más homicidios por pandillas. El 20% de los casos se dieron entre las 10 y las 12 p.m. Solo el 4% se dieron entre las 6 y las 9am, siendo las horas donde se registraron menos homicidios.
Guerra entre pandillas desangran a Medellín (*)
Atrapada en una sangrienta guerra entre pandillas que se disputan el negocio de la droga y el territorio, Medellín vuelve a ser una de las ciudades más violentas de Colombia con más de 500 homicidios sólo en tres meses.
Antaño feudo del cártel del narcotraficante Pablo Escobar y la ciudad más violenta de Latinoamérica, esta urbe vivió un proceso de transformación hasta ser ejemplo de modernidad, un espejismo que ahora revela una realidad distinta: la gran disputa entre bandas victimarias de una vecindad atemorizada.
"Home pirobo, te voy a matar delante de tu mamá", grita un hombre agazapado desde su casa, al que le responden: "te vas a morir en ayunas"; y el primero vuelve a gritar "dispara vos que yo también te disparo". A continuación comienza el tiroteo, no importa que sea de día o de noche.
Escenas como esta se repiten en la Comuna 13, en las colinas que rodean Medellín y donde quienes gobiernan son los "combos".
"Un combo es como una familia, como una hermandad. En el combo se vive, se come y se muere; ya después cuando el güiro (guerra pandillera) hay que cuidar la vida de cada uno y la del socio, aquí nos cuidamos entre todos", explica a Efe alias "Caliche".
Este joven integra uno de los distintos grupos armados, formados por unos 30 o 40 jóvenes, que, además de controlar zonas para traficar con droga, extorsionan a comerciantes y transportadores.
La nueva guerra comenzó tras la operación "Orión", en octubre de 2002, cuando un gran operativo militar y policial ingresó en la Comuna 13 y acabó con las guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y del Ejército de Liberación Nacional (ELN).
"En la comuna siempre ha estado presente (la violencia), primero eran los ''caretrapo'' (guerrilleros que se cubrían la cara), las milicias populares, la operación Orión para sacar a los ''guerrillos'', y luego una paz ficticia porque eran los paracos (paramilitares) los que estaban por aquí", explica "Pipe", el apodo con el que es conocido en su barrio.
"Nosotros -prosigue- nos cansamos de los abusos de esa gente y nos tocó pararnos y defender nuestra zona para que hubiera convivencia y paz (...), para que no nos ataque gente desconocida".
Y es que tras la operación Orión, los paramilitares se hicieron con el control y el lugar se convirtió en un territorio del miedo, en escenario de multitud de abusos.
Así nacieron los "combos" en una carrera que hoy resulta casi incontrolable, y la prueba está en el gran incendió que la semana pasada arrasó las casuchas de madera, cartón y plástico de 200 familias, al parecer, originado por una de esas bandas.
"Nosotros éramos jóvenes y no tirabamos vicio ni nada, hasta que se entraron los paracos (...), nos daban bate, más que todo por eso es que estamos aquí en la
guerra", confiesa "Boa".
Al inicio cada "combo" tenía su "plaza de vicio" (punto de venta de drogas), pero poco a poco comenzaron las disputas, algunos se pasaron al enemigo o delataron a compañeros, y así llegaron a la alta confrontación actual.
"La guerra aquí se vive desde que se nace. Yo multiplico, divido, sumo, resto y mato", asegura "El Bola" sin inmutarse y quien a los 12 años recibió 19 puñaladas porque le acusaron de "sornero", como se llaman a los niños que cruzan las fronteras invisibles y llevan información sobre escondites de los enemigos. Desde entonces "El Bola" se vinculó al mundo de las armas.
En la Comuna 13 "la cabeza de cada uno tiene precio", agrega "El Gato", y "los precios los ponen los enemigos, un muerto se puede cobrar por un melón (millón de pesos) o dos, pero si es alguien duro de otro combo puede valer 5 palos (también millón)".
"El Gato", al iniciar cada jornada, verifica cómo está la zona: "que nadie se nos haya entrao, si uno se levanta y ve a una de las culebras toca salir dándole plomo".
Pero todos coinciden en que esta guerra nunca se acabará porque, como dice "Pipe", "donde hay pobreza y dolor, y se ha regado tanta sangre, eso es algo imposible"; mientras que para "El Calvo", otro pandillero, sólo termina "cuando le llega a uno la muerte o la cárcel".
Este conflicto invisible para la mayoría de la sociedad colombiana causó en el primer trimestre de este año 503 muertes, un 54,8 por ciento más que en el mismo periodo de 2009, según la Personería de Medellín.
Y sólo los homicidios de menores aumentaron un 138 por ciento, en buena medida porque los bandas reclutan cada vez a un mayor número de niños y adolescentes.
(*)Tomado de la agencia EFE
Es el relato de un joven, que con letras tatuadas en varios de sus dedos de la mano izquierda, una mirada penetrante, una cara larga, una barba a medio empezar y un piercing en su oreja izquierda, estuvo nueve años como integrante de la pandilla “Los Saavedra” que delinquían en el sector de la Comuna 7, en el Jarillón de Alfonso López, al Oriente de Cali.
Este joven, que hoy tiene 24 años y en la actualidad se dedica a criar pollos y marranos en un proyecto de la Universidad Santiago de Cali y la Alcaldía Municipal, y a estar junto a sus dos hijas de 4 y 9 años, es uno de los cuatro ex pandilleros que entreviste para conocer cómo se vive en estos grupos, a quienes se le atribuyen buena parte del espiral de violencia que se vive a diario en las calles de Cali.
Con una gorra que cubre su escaso cabello, vistiendo una camiseta azul con estampados blancos y un pantalón gris, este joven relata que la pandilla que integraba “Los Saavedra”, delinquía en la parte baja de Alfonso López, pero los homicidios los hacían en los barrios en donde nos mandaban. A uno le pagaban dependiendo del cliente. Un millón o medio millón de pesos”.
Según este ex pandillero -que al inicio de la entrevista tuvo temor de contar su historia- había más de uno que consumía droga, en especial “pepitas” o perico (cocaína) para relajarse y hacer la gestión.
“Yo me tomaba mi ruedita de ves en cuando. Una pepa de Roche (Ribotril). Es buena en el momento que uno va hacer eso. Con una sola, uno se siente tranquilo. Es decir, se le alborota el otro lado que uno tiene. Pero con dos o tres pepitas ya no había control, porque uno se entrega, ya no puede correr y nada”.
El ex pandillero, que hace un año se retiró del grupo "Los Saavedra", sostiene que es demasiado fácil conseguir armas en Cali y que hay muchas pandillas en la ciudad.
“Por ejemplo por mi casa, en cuatro cuadras, hay cuatro pandillas y cada una dirige una cuadra. Imagínese no más ahí.”
Este joven, que estudió hasta noveno grado en el colegio Vicente Borrero Costa, asegura que de los cerca de 30 compañeros que hacían parte de la pandilla “Los Saavedra”, vio morir unos 15.
“Yo me retiré porque eso ya no era vida. Ya en lo último teníamos enemigos. Ya no podíamos mirar al lado izquierdo, ni derecho y menos al frente. Todos eran enemigos. Eso no era vida. Ya no podíamos salir con nuestros hijos a la calle”.
“Ahora estamos criando pollos y marranos. Es mucha la diferencia, porque ya la comunidad que nos rechazaba, nos apoya. Antes nos veían y se entraban corriendo y ahora nos llaman y dialogan con nosotros”.
Este joven, que se refugia criando pollos y marranos, como la única salida a esos nueve años de violencia, hace parte del programa “Cali sin pandillas”, que viene realizando la Alcaldía de Cali, con el objetivo de impactar a 800 jóvenes entre los 14 y 26 años integrantes de pandillas o en situación vulnerable al problema de la violencia.
Para tal fin se ubicaron 50 grupos de jóvenes pandilleros, quienes fueron encuestados y con los datos obtenidos se ofrecieron distintas modalidades de capacitación para crear empresa. De los 50 grupos, 35 se encuentran actualmente trabajando y el resto manifestaron que no les interesaba hacer parte del proyecto. Es decir, quieren seguir inmersos en las pandillas.
Cali, sitiada por 85 pandillas
Mientras varios sectores de Cali disfrutan del Cuarto Festival Internacional de Ballet, de la exposición Bodies y de Camila, la muñeca gigante de 1.75 metros de estatura, en otros lugares de la Capital del Valle la “guerra” entre pandillas es el centro de atención.
A los enfrentamientos con piedras y armas blancas entre estudiantes de colegios y pandillas que se registró la noche del jueves 3 de Junio en el Barrio Mariano Ramos y que ya dejan tres muertos, se sumó la muerte este puente festivo (del 4 al 7 de Junio), cuatro jóvenes a manos de pandillas. Un adolescente de 15 años y tres de 22,24 y 25 años, así como de un estudiante de 18 años.
Según el reporte entregado por la Policía Metropolitana de Cali, fueron asesinados por retaliaciones entre pandillas, Lisandro Escobar Ante, de 22 años, en Villa del Lago, un menor de 15 años y otro de 24, identificado como Octavio Espinoza Torrejan, en el Barrio El Retiro y en Comuneros fue muerto el desmovilizado Alexander Hurtado Landazuri, de 25 años, todos con armas de fuego.
Así mismo, se reportó la muerte de dos disparos en el Barrio San Vicente, de Jordy Morales Niño, un estudiante de 18 años, cuando pretendía hurtar.
Ante esta situación, me puse a la tarea de averiguar con el Observatorio Social de la Alcaldía de Cali, cuál es la situación de las pandillas en Cali y me encontré, primero que en Cali existen 85 agrupaciones pandilleras identificadas, integradas por 905 jóvenes entre los 9 y 25 años y segundo que solo en el primer trimestre del 2010 (Enero-Marzo), se le atribuyen 47 casos de homicidios a estos jóvenes, en donde el común denominador fue el arma de fuego (44 fueron cometidos bajo esta modalidad y tres con arma cortopunzante).
Pero aún más preocupante fue hallar que de los 47 homicidios, 23 fueron cometidos contra jóvenes entre los 18 y 26 años; 14 contra adolescentes entre los 14 y 17 años y dos entre los 7 y 13 años. Conclusión: los jóvenes se están matando entre sí.
Los diez primeros barrios de Cali, según el número de homicidios atribuidos a pandillas entre el Primero de Enero y el 31 de Marzo del 2010, lo lidera Mojica, ubicado en la Comuna 15, seguido de Potrero Grande, El Poblado II, El Retiro, El Vergel, Pizamos I, José Manuel Marroquín I Etapa, Unión de Vivienda Popular, Rodrigo Lara Bonilla y Siloé.
Según la relación de las pandillas que se encuentran implicadas como agresores, occisos y amenazas durante los tres primeros meses del 2010 en Cali, figuran “El Platanal”, ubicada en el Barrio Calima; “La 40” en León 13, San Benito y Villanueva; “Jefferson” en el Sindical; “Charco Azul” en Cinta Sardi; “Los Godines” en El Diamante; “Los Maniceros” en El Vergel; “La Calle del Vicio” en el sector de Rodrigo Lara; “Los buenaventureños” en Marroquín; “Los Pirzi” en Ciudad Córdoba; “Los Jaimiquinos” en El Retiro; “Los Bonice”, “La Ponceña” y “Los Ocho” en el barrio Los Comuneros I Etapa; “Los Almendros” en Mojica; “Los Lambert”, “El Hueco” y “Los Ocho” en Mariano Ramos; “Los Taini” en el sector de la Unión de Vivienda Popular; “Pandilla sector Las Minas” en Meléndez; “La ZR” en Cañaveralejo; “El Hueco de la Sultana” en Lleras Camargo; “La Mina” en Tierra Blanca; “El Humo” en Desepaz; “Los Bocato” en Pizamos I Etapa; “La 7” en Potrero Grande y “Los Saavedra” en Alfonso López I Etapa.
Pese a que el campo de acción de la pandilla no es claro, se ha logrado detectar que el mayor numero de pandillas esta concentrado en la comuna 20 donde se identifican 23 agrupaciones.
En las comunas 13, 14, 15 denominadas en su conjunto “Distrito de Aguablanca” se identifican 28 pandillas; siendo la comuna 13 el lugar de mayor concentración con un numero de 14 agrupaciones, siguiéndola la comuna 15 donde se reconocen 9 agrupaciones y 7 en la comuna 14.
De la misma manera, en la comuna 4 se ubican 9 pandillas al igual que en la comuna 7.
En menor número están las pandillas ubicadas en comuna 16 donde se encuentran 7 pandillas, al igual que en la comuna 1 y 3, identificando 4 pandillas en cada comuna.
Los barrios donde mayor numero de pandillas se encuentran registradas están es Siloé con un total de 7 pandillas, la sigue el barrio Mojica con 6. Igualmente se registran un número considerable de pandillas en Mariano Ramos donde se ubican 3 pandillas y el sector del centro, especialmente en el barrio Sucre donde se registra la ubicación de 3 pandillas.
Las 85 agrupaciones pandilleras existente en Cali, tienen como forma de operar los homicidios, atracos a transeúntes, los hurtos a motoristas y residencias, el expendio de alucinógenos y la comercialización de armas, entre otros. Las peleas por el territorio son constantes, y se considera que algunos de estos grupos se han convertido en bandas delincuenciales organizadas.
Cronología homicidios de pandillas
Entre los años 2003 y 2007 en Cali ocurrieron 492 homicidios atribuidos a pandillas, que corresponde al 6% del total de homicidios en la ciudad (8923 casos).
La distribución por años del hecho muestra que en el 2004 se registro el mayor numero de homicidios por pandillas, 32% del total de hechos; no obstante en los años siguientes los homicidios se reducieron a mas de la mitad, registrándose en el 2005 el 14% y en el 2006 el 15% del total de hechos.
Sin embargo en el año 2007 se aumenta nuevamente este tipo de homicidios con 123 hechos. El promedio de homicidios atribuidos a pandillas por año es de 98 casos.
En cuanto al mes del hecho, el mayor número de homicidios por pandillas entre el 2003y 2007 se cometieron en los meses Julio con 56 hechos que corresponden al 11%, seguido de Enero con el 10,3% y Diciembre con el 9,9%. Marzo es el mes donde se presentan menos homicidios por pandillas. El mes de Julio del año 2004 es el que mas registro homicidios por pandillas entre estos años, presentándose 22 hechos. Los Meses Abril y Junio del año 2003 fueron los únicos donde no se registraron homicidios en estos años. El promedio mensual de homicidios por pandillas es de 8.
El 29% de los homicidios sucedieron los domingos siendo este el día donde se registraron el mayor número de casos, duplicando el número de hechos presentados el día sábado, como el segundo día con mayor intensidad de homicidios con un 14% del total de hechos. El 53% de los casos sucedieron los fines de semana (viernes, sábado y domingo). Los días domingos del mes de Noviembre son los que registraron mas hechos, con 19 homicidios. Los primeros de Enero fueron los días en que mas se cometieron homicidios por jóvenes pandilleros, registrándose 10 casos entre el 2003 y 2007.
El 27% de los hechos sucedieron entre las 6p.m. y las 9p.m., siendo estas las horas donde se registran más homicidios por pandillas. El 20% de los casos se dieron entre las 10 y las 12 p.m. Solo el 4% se dieron entre las 6 y las 9am, siendo las horas donde se registraron menos homicidios.
Guerra entre pandillas desangran a Medellín (*)
Atrapada en una sangrienta guerra entre pandillas que se disputan el negocio de la droga y el territorio, Medellín vuelve a ser una de las ciudades más violentas de Colombia con más de 500 homicidios sólo en tres meses.
Antaño feudo del cártel del narcotraficante Pablo Escobar y la ciudad más violenta de Latinoamérica, esta urbe vivió un proceso de transformación hasta ser ejemplo de modernidad, un espejismo que ahora revela una realidad distinta: la gran disputa entre bandas victimarias de una vecindad atemorizada.
"Home pirobo, te voy a matar delante de tu mamá", grita un hombre agazapado desde su casa, al que le responden: "te vas a morir en ayunas"; y el primero vuelve a gritar "dispara vos que yo también te disparo". A continuación comienza el tiroteo, no importa que sea de día o de noche.
Escenas como esta se repiten en la Comuna 13, en las colinas que rodean Medellín y donde quienes gobiernan son los "combos".
"Un combo es como una familia, como una hermandad. En el combo se vive, se come y se muere; ya después cuando el güiro (guerra pandillera) hay que cuidar la vida de cada uno y la del socio, aquí nos cuidamos entre todos", explica a Efe alias "Caliche".
Este joven integra uno de los distintos grupos armados, formados por unos 30 o 40 jóvenes, que, además de controlar zonas para traficar con droga, extorsionan a comerciantes y transportadores.
La nueva guerra comenzó tras la operación "Orión", en octubre de 2002, cuando un gran operativo militar y policial ingresó en la Comuna 13 y acabó con las guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y del Ejército de Liberación Nacional (ELN).
"En la comuna siempre ha estado presente (la violencia), primero eran los ''caretrapo'' (guerrilleros que se cubrían la cara), las milicias populares, la operación Orión para sacar a los ''guerrillos'', y luego una paz ficticia porque eran los paracos (paramilitares) los que estaban por aquí", explica "Pipe", el apodo con el que es conocido en su barrio.
"Nosotros -prosigue- nos cansamos de los abusos de esa gente y nos tocó pararnos y defender nuestra zona para que hubiera convivencia y paz (...), para que no nos ataque gente desconocida".
Y es que tras la operación Orión, los paramilitares se hicieron con el control y el lugar se convirtió en un territorio del miedo, en escenario de multitud de abusos.
Así nacieron los "combos" en una carrera que hoy resulta casi incontrolable, y la prueba está en el gran incendió que la semana pasada arrasó las casuchas de madera, cartón y plástico de 200 familias, al parecer, originado por una de esas bandas.
"Nosotros éramos jóvenes y no tirabamos vicio ni nada, hasta que se entraron los paracos (...), nos daban bate, más que todo por eso es que estamos aquí en la
guerra", confiesa "Boa".
Al inicio cada "combo" tenía su "plaza de vicio" (punto de venta de drogas), pero poco a poco comenzaron las disputas, algunos se pasaron al enemigo o delataron a compañeros, y así llegaron a la alta confrontación actual.
"La guerra aquí se vive desde que se nace. Yo multiplico, divido, sumo, resto y mato", asegura "El Bola" sin inmutarse y quien a los 12 años recibió 19 puñaladas porque le acusaron de "sornero", como se llaman a los niños que cruzan las fronteras invisibles y llevan información sobre escondites de los enemigos. Desde entonces "El Bola" se vinculó al mundo de las armas.
En la Comuna 13 "la cabeza de cada uno tiene precio", agrega "El Gato", y "los precios los ponen los enemigos, un muerto se puede cobrar por un melón (millón de pesos) o dos, pero si es alguien duro de otro combo puede valer 5 palos (también millón)".
"El Gato", al iniciar cada jornada, verifica cómo está la zona: "que nadie se nos haya entrao, si uno se levanta y ve a una de las culebras toca salir dándole plomo".
Pero todos coinciden en que esta guerra nunca se acabará porque, como dice "Pipe", "donde hay pobreza y dolor, y se ha regado tanta sangre, eso es algo imposible"; mientras que para "El Calvo", otro pandillero, sólo termina "cuando le llega a uno la muerte o la cárcel".
Este conflicto invisible para la mayoría de la sociedad colombiana causó en el primer trimestre de este año 503 muertes, un 54,8 por ciento más que en el mismo periodo de 2009, según la Personería de Medellín.
Y sólo los homicidios de menores aumentaron un 138 por ciento, en buena medida porque los bandas reclutan cada vez a un mayor número de niños y adolescentes.
(*)Tomado de la agencia EFE
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